miércoles, 2 de julio de 2008

Un venezolano en el principado de Asturias. Entrevista a José Roversi.

La última vez que supe de José Roversi fue hace dieciséis años. Bastante agua ha corrido por debajo del puente desde entonces.

José Roversi es un joven documentalista venezolano que estudió conmigo el bachillerato. Después de muchos años sin escuchar el uno del otro, nos conseguimos en esa inmensa coincidencia cibernética que es el Facebook y, entre mensaje y mensaje, me contó muchas cosas. Entre otras, José me contó que trabajó en Caracas en Vale TV, en el canal 5 y que luego se mudó a España, donde radica actualmente con Cecilia, su esposa, quien además resulta ser su productora. En este país europeo José trabaja en Teleasturias, TV local de dicho principado. Actualmente se encuentra preparando un documental sobre un grupo de adolescentes, espeleólogos aficionados, que en 1968 descubrió, casi al azar, una cueva decorada con cantidad de arte rupestre entre la frontera de Asturias y Galicia, en Ribadesella.

Mi afición por las entrevistas me llevó a hacerle algunas preguntas, cuyas respuestas comparto aquí con ustedes. No podía dejar pasar la oportunidad considerando la coincidencia y el calibre del reencuentro.

El Cinescopio: Antes de empezar háblame un poco de cómo nace tu vocación audiovisual. Háblanos también de tu próximo trabajo en las cavernas.

José Roversi: A mi me vino el amor por la imagen a través de la televisión y de un entorno familiar favorable. Siendo muy pequeño, acompañaba hasta tarde a mi mamá para ver aquellas entrevistas tan buenas de Joaquín Soler Serrano, de TVE, que es el mejor entrevistador de TV que yo he visto en lengua castellana. También veíamos “Yo Claudio”, una serie de la BBC de una calidad inigualable y que a mi me apasionaba (aunque no entendía nada). Mi papá también nos estimuló mucho. Como le encantaba el cine (el había hecho mucho teatro en la universidad) y aspiraba que nosotros aprendiéramos a valorarlo como un arte, nos daba premios y regalos si después de ver una película (escogida por el) éramos capaces de hacer un análisis y emitir una opinión. Así, mi hermano y yo crecimos viendo películas estupendas y musicales de todo tipo. En mi familia ha habido mucha gente con inquietudes digamos “artísticas”. Tengo un bisabuelo violinista y aventurero. Mi mamá dialogó telenovelas. Mi hermano hace publicidad en TV y también documentales. En las reuniones que hacían en mi casa había todo tipo de gente: intelectuales, músicos, escritores de telenovelas y directores de teatro que se ponían “pico y pala”, actores, luchadores sociales, en fin, un gentío muy variado al que era divino escuchar cuando éramos niños. Creo que ese mundo variopinto, ese mundo de niños trasnochados en compañía de unos padres parranderos e inteligentes, me marcó mucho.

Yo tomé contacto con la TV gracias a una oportunidad que me dieron en VTV, canal 8, haciendo pequeñas piezas para conmemorar efemérides.Y la verdad es que me gustó mucho todo aquello. La gente de VTV me trató muy bien.

Pero lo que vino a confirmar esto ya como una vocación fue que Vale TV, canal 5, y la Escuela de Historia de la UCV, de la cual yo era alumno, ofrecieron una materia electiva llamada HISTORIA Y MEDIOS DE COMUNICACION. Fue una cosa preciosa. Éramos muchos en aquella electiva y todos tuvimos la oportunidad de participar de alguna manera en el proceso de investigación, producción, edición y montaje de piezas cortas de contenido histórico. Eso fue algo extraordinario que me permitió asociar dos cosas que me encantaban: la historia y la TV. Recuerdo la sensación tan maravillosa de vincular imagen, texto y música y obtener un resultado único, diferenciado. Años después volví a trabajar con Vale y eso fue sensacional. Les agradeceré eternamente la oportunidad que me dieron.

Después fui a trabajar por una temporada a Cine Archivo Bolívar Films. Allí aprendí que el trabajo de hacer una película es meticuloso, preciso, de obrero. Trabajé con grandes profesionales (mas bien “profesionalas”, porque eran casi todas mujeres) que me enseñaron mucho.

Luego vinieron mas oportunidades, todas muy valiosas, con productoras independientes, algunas grandes, otras pequeñas. Aprendí lo duro que es generar contenidos audiovisuales por cuenta propia, sin el apoyo de un canal de por medio.

Nos vinimos a Europa para ver un poco lo que había por aquí y terminamos estudiando cámara y edición y trabajando en un canal de TV. Estamos ahora preparando un documental muy bello sobre un grupo de jóvenes espeleólogos aficionados que a finales de los años sesenta descubrió una cueva cubierta de pinturas del rupestre. Es una historia apasionante, bella, que contiene lo que para mi conlleva los ideales de la juventud.

EC: ¿Crees que se está dando un renacer del documental a nivel mundial?

JR: Lo que pasa es que el documental, como el resto, está casado con su tiempo. En sus inicios, el documental estuvo amarrado a los grandes estudios para garantizar su distribución. Pensemos por un momento que Flaherty, el hombre que hizo NANOOK EL ESQUIMAL, uno de los mejores documentales de la historia, se paseó todos los estudios de Estados Unidos buscando distribución y todo el mundo le tiró la puerta en la cara. En aquel momento era muy difícil sacar adelante este tipo de películas.

La llegada de la televisión acercó el documental a un público infinitamente mayor. Gracias al impacto de la televisión y especialmente de los canales temáticos, mas adelante, surgió un gusto por el documental que hasta hace poco no existía. En Europa ciertos canales de televisión han sido los responsables, en buena medida, de popularizar el género documental, siendo Francia y Holanda centros muy importantes, aunque no los únicos.

Llegamos al punto en que nos encontramos hoy. La tecnología necesaria para realizar un producto audiovisual representa una fracción ridícula de lo que representó hace diez años. Hay medios para difundir contenidos que son gratuitos. Y, por si fuera poco, los criterios estéticos ya no están tan vinculados a escuelas o movimientos rígidos, sino que todo está mas o menos admitido porque, al final, quien determinará la viabilidad de un contenido no es la crítica, sino el gran público. Yo creo que, desde esta circunstancia, si se puede hablar de un renacimiento del documental a nivel mundial.

EC: ¿Crees que los documentales falsos son la clara manifestación de que el documental ha ganado fuerza incluso dentro de la ficción, o se trata de meras estrategias de mercado?

JR: Yo creo que el documental falso es un género que nos define tal cual somos en este preciso momento. Viene a confirmar que, cada vez mas, los seres humanos preferimos las representaciones de la realidad a la realidad misma. Esto parece un síntoma de lo que algunos llaman POSTMODERNIDAD, aunque tengo amigos que me matarían por usar este término. Hay bebidas de sabores y colores que no existen y sin embargo nos encantan. Lo mismo ocurre con los documentales falsos o MOCKUMENTARYS. El poder de un documental está vinculado a una lógica narrativa y visual que reviste al objeto de estudio de un halo de credibilidad asombrosa. Cuando era pequeño y vi ZELIG, de Woody Allen, pensé que se trataba de un hecho cierto y me impresionó mucho que hubiese un hombre camaleón, quería conocerlo. LARS VON TRIER envuelve mucho de su trabajo tras una estética de realismo que recuerda al documental. La serie CURB YOUR ENTHUSIASM, de Larry David, hace algo parecido como comedia de televisión. Ahora, no nos engañemos, lo que hoy es popular mañana puede no serlo.

EC: Considerando la facilidad con que se pueden producir contenidos audiovisuales hoy en día, ¿crees que cualquier persona puede rodar un documental? ¿Crea esto una especie de democratización de la imagen e implica el compromiso implícito de informar y documentar?

JR: Cualquiera puede intentarlo, que es diferente a conseguirlo. Tengo un conocido al que le gusta decir que ahora cualquiera con una cámara decente y un programa de edición puede dirigir. Eso no es así. No se trata simplemente de coger la cámara e ir detrás de un personaje grabando testimonios en una situación determinada. Eso sería hacer una noticia. Se requiere crear situaciones, describir acciones, emociones, crear secuencias cinematográficas. Entonces, para narrar, hay que saber narrar, no importa lo rápido que avance la tecnología. Ahora, una vez que sabes lo que quieres comunicar y cómo hacerlo, entonces allí sí que es mas fácil hacer un documental. En cuanto a que se ha producido una democratización de la imagen, pues si, esto es un hecho indiscutible y maravilloso. Informar y documentar, para redondear tu planteamiento inicial, son dos asuntos que se asocian normalmente, pero que no siempre van cogidos de la mano. Tu puedes documentar y desinformar al mismo tiempo.

EC: ¿Dirías que hay alguna diferencia notable entre ser documentalista en Europa y ser documentalista en Latinoamérica? ¿En qué sentido?

JR: En Europa hay infinidad de subsidios y ayudas de todo tipo para artistas de todos los géneros. Estas ayudas, generalmente, están disponibles para todos y no sólo para los amigos de tal o cual. Esto garantiza un mínimo de libertad a la hora de expresarse. No es que puedas hacer lo que te da la gana, pero al menos no estás obligado a cantar las loas de fulanito o menganito. Allí hay una diferencia con América Latina, en que las corporaciones culturales, variando de acuerdo al caso, favorecen solo aquellos proyectos en que la crítica está hecha a la medida. Mosca, no digo que no ocurra acá, también ocurre, pero en menor medida. Tienen en común Europa y América Latina la enorme dependencia que el género documental tiene de los subsidios del estado. Aquellos que van por su cuenta y tiran adelante con sus proyectos están igual de fregados aquí y allá. Puro amor al arte.

EC: ¿Cómo manejas en tus trabajos por encargo el punto de la objetividad? ¿En todo caso, siendo que somos seres con puntos de vista propios, inclinaciones y tendencias, ¿es posible ser objetivo cuando creamos un documental?

JR: La clave de este asunto no se encuentra en ser objetivo, sino en intentarlo. Mi trabajo dentro del mundo de la imagen ha estado restringido a la televisión y, mas específicamente y porque he tenido mucha suerte, a la televisión cultural. La TV y el cine son dos cosas bien distintas. Rara vez he tenido que enfrentarme a un proyecto que me cree una situación demasiado incómoda involucrando el tema de la objetividad. Ha habido ocasiones en que las palabras han tenido que medirse para no ofender a nadie, pero esto entra dentro de las reglas naturales de la convivencia. Nunca se me pidió torcer hechos o faltar a la verdad y eso se agradece.

EC: En tu opinión, ¿está el documental más cerca del periodismo o del arte?

JR: El periodismo tiene unos límites muy puntuales. El periodismo está absolutamente condicionado por el imperativo de la actualidad. Por otro lado, el documental puede estar cerca del arte en la medida en que se acerque al arte. Al igual que no todos los escritores crean verdaderas piezas maestras, no todos los documentalistas lo pueden hacer. Es así de simple. Se me ocurre que entre el periodismo y el arte hay un limbo dedicado a la observación y la reflexión, a la creación artesana, que bien podría ser el documental.

EC: ¿Ser documentalista viene con algún tipo de responsabilidad?

JR: Mira, la única responsabilidad que yo entiendo en este mundo es la bondad. Hagas lo que hagas, hay que hacerlo con bondad en el corazón. Puedes hacer las cosas mejor o peor, acertar o equivocarte, pero siempre teniendo claro que hay que hacer las cosas de forma bondadosa. Esto involucra, necesariamente, no servir a causas que contradigan esta máxima. Te pongo un ejemplo muy conocido. Leni Riefensthal era una buena cineasta, eso no lo discute nadie. Ahora bien, de repente pudo haber optado por no aceptar encargos de Hitler. Pero ella rodó una película llamada EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD, que es una apología del nazismo. Allí te digo, por mas que ames tu trabajo y la oportunidad de hacerlo con todos los recursos del universo, hay cosas que no se pueden ni se deben hacer.

EC: Considerando que ha marcado un estilo propio dentro del género ¿qué opinión te merecen los documentales de Michael Moore?

JR: Los documentales de Michael Moore son muy buenos. Este tipo de trabajo crítico, combativo y confrontacional vale mucho. Es necesario que se expongan aquellos aspectos de la sociedad que son incómodos, de los que no nos gusta hablar. Lo mejor que yo he visto en esta línea son las películas de Marcel Ophuls, THE SORROW AND THE PITTY y HOTEL TERMINUS. Una de las cosas que consiguió, nada mas y nada menos, fue exponer los trapos sucios de la resistencia francesa, lo que en Francia equivalía a un sacrilegio. Pero allí estaban los documentos, los testimonios que hablaban de lo infiltrada que estaba la resistencia por los nazis y de cómo mucha gente había colaborado para la deportación de judíos. Eso molestó a mucha gente, pero consiguió su objetivo.

EC: Háblanos un poco de la vocación y el futuro del video en el cine y la televisión documental.

JR: La irrupción del video ha sido un elemento determinante y muy positivo por las implicaciones democratizadoras que conlleva. Es el presente y el futuro. Brinda a un espectro amplísimo de gente la oportunidad de expresarse, de registrar su realidad y comunicarla al prójimo. Esto significa un paso hacia adelante. El potencial del cine y la TV es casi infinito. A mi me gusta pensar que serán usados de forma positiva. Hay muchas cosas buenas por hacer, todo está por hacer.


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