domingo, 31 de octubre de 2010

LA TELEVISION DEL SIGLO XXI –Reflexiones personales de un proceso creativo-

Por Sergio Marcano

Hace más de dos años la productora Tango Bravo me pidió escribir un guión documental de la televisión en Venezuela. Este documental formaría parte del proyecto en serie “El hombre y la ciudad” que en ese momento estaba siendo entregado a CONATEL. Hace más o menos 2 meses, Tango Bravo me llamó para rodar finalmente el proyecto.

El guión que escribí hace dos años sobre el tema estaba abiertamente relacionado con la cultura POPular de la televisión nacional. Telenovelas, programas de comedia, revistas de entretenimiento, personajes del show bizz criollo (de los 80, 90 y 00). Una línea temática que aunque aún me resulte interesante, la considero menos relevante –no menos importante- que en aquel momento.

Hay un diálogo en “Videodrome” de David Cronenberg –una película que a muy grosso modo habla de la televisión y de su influencia en la psique humana- que siempre me pareció interesante:

PROF. BRIAN OBLIVION
La batalla por la mente de Norteamérica
será peleada en la arena del video 
el videodrome. La pantalla de la 
televisión se ha convertido en la 
retina del ojo de la mente. Por lo 
tanto la pantalla de televisión es 
parte de la estructura psíquica del 
cerebro. Por lo tanto lo que aparezca 
en la pantalla de la televisión, surge 
como una experiencia real para aquellos 
que lo observan. Por lo tanto la 
televisión es realidad y la realidad 
es menos que la televisión.

Como muchos sabrán, desde abril del 2002 –la fecha del golpe de Estado al presidente Hugo Rafael Chávez, así como también de su reposición el poder por el pueblo- la televisión venezolana ha sido y continúa siendo, de muchos modos, un campo de batalla en el que coexisten dos (2) ideologías dominantes: Oficialismo y oposición –izquierda y derecha- que pugnan por vender y/o desprestigiar un proceso político. 

Asumiendo que el documental es un género complejo, que ímplica un compromiso ético, moral, ideológico, social, e incluso –en algunos casos- teológico y que se relaciona profundamente con la realidad de la que es extraído. Decido replantearme el guión y asumir la realización de un reportaje documental de corte político, quizás con un mayor grado de “compromiso” con nuestra realidad social.

Entonces, me planteo una reflexión colectiva acerca de las líneas editoriales de los canales de televisión nacional, acerca del papel que juega la televisión día tras día en la construcción de la sociedad polarizada en la que vivimos inmersos todos los venezolanos. Del poder que ejerce nuestro presidente desde los medios – implementación de políticas de Estado, nombramiento de Ministros, inauguraciones, expropiaciones, y un gran etc.-; así como también un análisis general de los contenidos producidos por la televisión criolla, los cuales, normalmente son pacatos –moralmente hablando- y poco arriesgados –a niveles temáticos, narrativos y de propuestas visuales-, características que determinan la poca producción televisiva que se realiza hoy en día en el país se haya quedado en la retaguardia estética/narrativa si se le compara con niveles internacionales.

Desde el principio me propongo ser equilibrado al escoger a los entrevistados, esto esencialmente para no caer en parcialidades políticas de ningún tipo. Me planteo entrevistar a representantes del oficialismo, de la oposición y del centro, para discutir los temas más álgidos -políticamente hablando-. Para hablar de la televisión teóricamente como fenómeno social, pienso en teóricos y estudiosos de la comunicación televisiva. Para hablar de la televisión a nivel de contenidos y a nivel creativo me propongo entrevistar a directivos de los canales, directores y productores de planta. Y finalmente para estudiar el impacto de la televisión en los espectadores, me planteo estudiantes de comunicación social de las tres universidades más importantes del país –públicas y privadas-, así como también a espectadores de diferentes zonas y estratos sociales de la ciudad capital. Todo esto con el fin de lograr una eclosión de posturas ideológicas que genere un verdadero debate de ideas.

Presento los cambios de guión, y el nuevo contenido temático que es aprobado por el productor general de la serie, Philippe Toledano. Recluto a un equipo de gente relajada, bajo perfil y buena onda (Aldrina Valenzuela. Producción. Jeissy Trompis. Cámara y Fotografía. Agostino Loreto. Sonido. Andrés Prypchan. Asistencia de Producción y producción de post producción).

Se comienza la preproducción…

Una vez que la productora tiene algunos permisos de las alcaldías, comenzamos a grabar las entrevistas callejeras.

Con cámara en mano visitamos: La Pastora, Catia, Chacao, Petare.

La mayor parte de las personas a quienes nos acercamos en las calles tienen una conciencia socio-política, que no me hubiera imaginado antes de comenzar a grabar. Es un hecho que los años de revolución han hecho madurar a nuestro pueblo a pasos agigantados. Al ser interrogados acerca de la polarización política de los medios, la mayoría de los entrevistados confiesan ante la cámara que están hartos de las pelea y los desencuentros.

La periodista de un canal privado rechaza la entrevista que teníamos planteado hacerle. Vía telefónica alega que la van a perseguir y a convertir su intervención en nuestro audiovisual en parte del escarnio público al que cotidianamente se expone la gente de la oposición –por parte del oficialismo-.

Confiesa además que esta asustada. Que incluso teme por su vida y por la de su familia.

Y yo me pregunto ¿Si los comunicadores se quedan en silencio no traicionan la verdadera esencia de su profesión? No entiendo sus miedos, pero los respeto. Asumo su ausencia en el documental.

A pesar de los años que llevamos en revolución, es un hecho que el ambiente sigue “caldeado”. Esto lo compruebo unos días más adelante, cuando algunos fervientes seguidores y creyentes del chavismo y otros fervientes seguidores y creyentes de la oposición, se alteran frente a las cámaras al preguntarles las razones por las cuales aún todos los venezolanos estamos viviendo los coletazos de una guerra de cuarta generación.

Algunos asumen estar abiertamente en “pie de guerra”. Otros dejan muy claro que nunca habrá espacio para la reconciliación entre dos propuestas de país completamente antagónicas. Yo me mantengo imparcial y escucho con atención lo que expresa cada uno.

A pesar de querer evitar los tópicos, por temor a re descubrir el agua tibia, no puedo evitar la tentación de preguntar a la gente de la calle si piensan que hay libertad de expresión en el país. Un Sr. de 70 años en el boulevard de Catia me dice que si hay libertad de expresión mientras no se hable mal del presidente Chávez. Pero ésta es una respuesta aislada. Casi todos los entrevistados concuerdan que vivimos en un país con plena libertad de expresión. Una productora de televisión nos dice en cámara que la libertad de expresión no existe, que es más bien una ilusión pagada por intereses de actores políticos.

Dejo que las opiniones de quienes entrevisto me invadan.
Escucho. Me propongo como trato conmigo mismo abrir mi cabeza e incluso cuestionar mis posturas ideológicas sobre los temas.

Mientras hacemos una entrevista a un ejecutivo en la avenida San Martín, una señora con una evidente afección mental se nos acerca, se pone en frente de la cámara y nos pregunta si puede declarar en el documental. Yo le digo que por supuesto, y la mando a hablar con la productora mientras termino de entrevistar al ejecutivo. La mujer le pregunta a la productora si tiene que declarar a favor o en contra del proceso del presidente Chávez. Ella le explica que tiene que declarar lo que crea sobre los temas. Decepcionada la mujer decide irse sin dar declaración.

Una periodista de un canal privado nos rechaza la entrevista. Lo mismo sucede con otro periodista del Chavismo. Al parecer estas personas –del grupo de periodistas más representativos del Partido Socialista Unido de Venezuela- necesitan luz verde del mismísimo presidente, para poder emitir algún tipo de opinión fuera de sus respectivos programas televisivos y de las líneas editoriales de los canales para los cuales trabajan –esa es al menos es la teoría de conspiración que nos inventamos dentro del equipo-. No puedo permitir que la balanza política tienda más a una tendencia ideológica que a la otra, ese no es el reportaje documental que me propongo a realizar. Le pido a la productora que insista en contactarlos.

La productora tramita permisos para hacer entrevistas con equipo mínimo, en 3 centros comerciales de la ciudad. En menos de una semana nos niegan uno, dos, los tres permisos. Los centros comerciales alegan en líneas generales lo mismo: No pueden permitir la grabación por temor a ser expropiados.

Cambiamos el plan de rodaje.

Sin scauting previo de producción entramos a un barrio.
Toda la gente es profundamente amable. Atenta. Nos dejan entrar a sus casas. Nos dan agua, café y sus opiniones sobre los temas. Grabamos buena parte de una tarde. Antenas de Tv. Gente viendo televisión.
Al salir del barrio hacemos un encuadre con la cámara para grabar su entrada, dos tipos delgados de unos 30 años se acercan a nosotros y nos amenazan con que si seguimos grabando en el lugar nos van a pegar unos tiros.

El equipo se sobresalta.
Irresponsablemente no paro la grabación. Por unos segundos espero los disparos. En vez de accionar su arma, los antisociales se van.
Terminamos los planos que necesitamos y nos vamos tranquilamente del lugar. Justo como llegamos.
El acontecimiento -que sin duda sobresale de mi cotidianidad- me hace pensar en lo injusto que es que 2 o 3 “outsiders”, sean quienes mantienen en zozobra la vida de tantas personas trabajadoras y apacibles en los barrios citadinos. Una reflexión que seguramente resulta bastante inocente y trillada en esta sociedad violenta como lo es la venezolana.

Intentamos grabar entrevistas en la Universidad Bolivariana –sin pedir permisos, ya que se trata de algo más bien sencillo y con equipo mínimo (como ya lo habíamos hecho en la Universidad Central y en la Universidad Católica)-. Pero unos vigilantes no nos lo permiten. Al preguntarles los porque, nos hablan de un equipo de españoles que pidió permisos para grabar imágenes de la universidad y solo grabo una parte de la infraestructura que esta en reparación, para luego decir que la universidad estaba en obras y que nunca había abierto sus puertas al estudiantado. ???. Que ya estaban hartos de ser difamados y perjudicados.

Hablamos con la gente del departamento audiovisual, les explicamos de qué va nuestro reportaje documental y los permisos para realizar la grabación fluyen rápidamente. Hacemos las entrevistas y los planos de la universidad que necesitamos.

La semana previa a la elección de la Asamblea Nacional el país se paraliza.
El observatorio Cajigal nos niegan los permisos para la grabación de la ciudad de Caracas desde sus instalaciones. Alegan la proximidad de las elecciones en la Asamblea Nacional.
Se activa el plan Republica, los militares salen a las calles.
Al llamar a las alcaldías de diferentes municipios, se nos postergan los permisos de grabación para una semana después de las elecciones.
Y a ultima hora los entrevistados(as) que teníamos pautados(as) le piden también a la productora postergar las entrevistas hasta después de las elecciones.

El equipo de grabación se repliega.
Elección de la Asamblea Nacional.
Una semana después retomamos las grabaciones.

Poco a poco conseguimos las entrevistas pendientes. Los opositores y la gente del centro son abiertamente mas accesibles y fáciles de conseguir que los chavistas. Pero con mucha mano izquierda, valiéndonos de amigos de amigos, contactos de conocidos, y algo de maña, se consiguen buena parte de las entrevistas del oficialismo que teníamos planteadas. Al menos las de los hombres. Todas las partes expresan sus posiciones.

Todas las noches llego a mi casa extrañamente ansioso. Al reflexionar las diferentes posturas que contienen las respuestas de cada uno de los entrevistados, pienso en lo complejo que se ha vuelto este país. En todas las aristas. En la legitimidad de algunas de las razones que motivan y movilizan tanto a un bando como al otro. En las consecuencias, tanto positivas, como negativas, que la confrontación entre la ideología oficialista y la ideología opositora genera en nuestra sociedad tropical. Y finalmente en las responsabilidades éticas que tenemos hoy en día los documentalistas al acercarnos a las realidades que afronten nuestros trabajos audiovisuales.

Escribo estas líneas tratando de encontrar un poco de paz mental. No me imagino si podrán despertar algún tipo de interés en los eventuales lectores de El Cinescopio. Quizás solo trato de entender un poco mejor este país en el que nací y en el que escojo voluntariamente vivir.

Por otro lado no puedo evitar preguntarme si tendre que hacer 2 versiones del documental, una versión light, aprobable por el organismo estatal (CONATEL) –ya que se por experiencia propia que la televisión oficialista no es muy afecta a los revisionismos-, y una versión mas agridulce –una especie de corte del director-, que hable sin tapujos de los lados verdaderamente polémicos y espinosos de los temas tratados. Todos en el equipo me dicen que no me censure. Que haga una sola versión.

Poco a poco terminamos las entrevistas pautadas, también los exteriores. Finalizamos la producción.
La post producción es inminente.

A ver que sale de todo esto…

domingo, 24 de octubre de 2010

Año Bisiesto (Rowe, 2010)

Después de haber ganado la Ópera prima en Cannes este año y haber sido exhibida en festivales como Toronto, al fin ha llegado a las salas mexicanas el polémico filme “Año Bisiesto”, del australiano nacionalizado mexicano Michael Rowe.

Tal y como había reseñado hace unos meses en este blog me hice grandes expectativas respecto a la película. Hoy me gustaría compartir mi mal sabor.

En primer lugar, es justo decir que el filme tiene varios puntos a favor: está rodada enteramente en una sola locación, no posee ni un solo movimiento de cámara, los actores no son conocidos, son muy pocos, su trabajo de dirección es excelente y el discurso en general mantiene nuestra atención todo el tiempo gracias a un muy buen trabajo de guión.

A través de los recursos propios de la soledad: el uso del teléfono, de la computadora y la televisión; nos enteramos de cómo va la vida de Laura, una joven oaxaqueña que vive en el DF, que come comida trash y que inventa su propia historia de vida: Le dice a su mamá que come lo que no come, que tiene visitas de amigos que no existen, le inventa a su jefe que tiene otros trabajos cuando es despedida, etc. En resumidas cuentas, diremos que desde el inicio el personaje se descubre mitómano, wannabe y alienado. También gracias al teléfono sabemos que su padre ha muerto e intuimos una relación conflictiva con la madre.

El sentimiento de soledad del personaje también se refuerza y refleja, como en todo buen guión, a través de su entorno: desde su ventana, Laura ve a una pareja que termina separándose y a otra pareja de ancianos que toman un café juntos y que más tarde, sólo toma uno.

Laura, que lleva esporádicamente a hombres a su casa para tener sexo, conoce a Arturo y entabla con él una relación sadomasoquista. A partir de aquí, debo decir, la película sí se hace un poco más predecible pues Laura desea cada vez más maltrato, lo que hace suponer que el sádico la dejará. Como todos sabemos a los sádicos les gusta que sus víctimas sufran no que se complazcan.

De modo que cuando su antiguo jefe la llama para reengancharla en el trabajo y ella le comenta que no puede aceptar porque “Se irá para Suiza gracias a un diplomático amigo de su madre”, uno ya intuye que Laura se quiere matar. Es especialmente cruel que esta joven indígena ponga como excusa y anhelo irse a Suiza, referencia blanquita y cuna capitalista.

Es así como en el último encuentro sexual con Arturo, Laura le cuenta su plan para llevarlo a cabo. Y justo en esta escena es que, como mujer que vive en un país donde el maltrato a la mujer y el feminicidio es un problema de emergencia (unas quince mil féminas asesinadas y torturadas en diez años) la película se me hace poco ética y un tanto apologética del fenómeno genocida: Mientras Laura masturba a Arturo, le muestra un cuchillo que va pasando por su cuerpo y le dice cosas del tipo: “Imagínate que me estás abriendo la garganta, imagínate que estás abriéndome los pechos, Imagínate que terminas dentro de mí mientras me estoy muriendo”. Esta última frase seguro sería repetida hasta el cansancio por cualquiera de los asesinos de Juárez o de los feminicidas de otros estados de esta república. De modo que “Año Bisiesto” incurre, para algunas espectadoras, en una aberración difícil de tragar: son las mujeres pobres, indígenas, solas y jodidas las que anhelan que las descuarticen y maten.

Si bien la película no toca el tema misógino asesino de México, el hecho de que sea hecha aquí no puede dejar de remitirnos a esta realidad.

El que “Año Bisiesto” y no otra película mexicana haya ganado en Cannes, vuelve a hacernos reflexionar acerca de la necesidad que los europeos tienen de premiar todo aquel discurso que recalque lo jodidos que estamos en el tercer mundo y por tanto, mantenga su status quo de países benéficos, civilizados y desarrollados. No estoy en desacuerdo en mostrar o premiar la miseria siempre y cuando halla una condena de ese estado de cosas (Gaviria, Reygadas, Estrada, Babenco, Trapero). En la película de Rowe siento que no hay una condena sino una legitimación.

En cuanto a lo formal, la película también es bastante pornográfica y me pregunto: ¿No es la pornografía un discurso alejado del lenguaje cinematográfico en tanto su carácter explícito y poco sugerido? En “Año bisiesto” todo está demasiado mostrado y por tanto banalizado. Hay planos que se me hacen ofensivos con la actriz: la escena de la meada en vivo acaso ¿no pudo haber sido trucada? ¿había necesidad de violentar a una actriz de esta manera?

A modo de conclusión, se me hace muy loable que “Año Bisiesto” sea una película bien construida y lograda desde el punto de vista del guión, la actuación y la dirección; pero siento que éticamente deja mucho que desear.

Pienso en películas similares que tienen como protagonistas a seres alienados, como “Tony Manero” de Larraín quien, a pesar de que es también un ser repulsivo víctima y victimario; no noto en él los visos de auto-racismo que percibo en el filme de Rowe. Además al menos Tony Manero hace una cosa bien: Imitar a Tony Manero. Laura en cambio representa la degradación en el sentido más puro y completo.

Pero bueno, no tengo la última palabra, dejo a ustedes esta reseña con la finalidad de llamarnos a una reflexión.