domingo, 28 de noviembre de 2010

“EN VENEZUELA NECESITAMOS MENOS CINEASTAS Y MAS ARTISTAS” ENTREVISTA A GABRIEL VARGAS ZAPATA

Por José Roversi

Las críticas de cine de Gabriel Vargas Zapata se publican en El Universal, el más antiguo y prestigioso de los periódicos venezolanos y son leídas por miles de lectores a lo largo y ancho del país sudamericano.  El joven escritor, que acaba de publicar en España su primer libro de cuentos, "Lo que te voy a contar cuando vuelvas", hace vida en la sureña ciudad de Málaga. Quisimos hablar con él y conocer sus opiniones acerca de varios temas de la actualidad cinematográfica venezolana.

¿De dónde eres originalmente?
Nací y me crié en Puerto La Cruz, estado Anzoátegui, Venezuela.

¿Cómo te vino el interés por el cine?
Desde la primera vez que fui al cine cuando tenía unos 3 ó 4 años. Fui a ver “Blancanieves y los siete enanitos” en el antiguo Teatro Canaima de Puerto La Cruz. Luego, mi tía Ana Isabel se encargó de inculcarme el interés por el cine clásico; así conocí títulos como “Lo que el viento se llevó”, “Doctor Zhivago”, etc. Más tarde, gracias a mi primo Emiliano, empecé a conocer el cine moderno, allí comenzó mi adicción.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos del cine nacional?
Hay una película que vi muchas veces cuando era niño. Era una película infantil rodada en Puerto La Cruz y Lechería, trataba de un secuestro y me divertía muchísimo viéndola. He tratado de investigar sobre ella, pero nunca he conseguido nada… es como si no existiera; ni siquiera recuerdo su título. Más tarde, cuando tenía unos 12 años, llegó a mis manos “Desnudo con naranjas”, la que hasta hoy considero mi película venezolana favorita. A partir de allí comencé a investigar sobre el cine venezolano y a ver la mayor cantidad de títulos posibles, incluso he tenido el privilegio de ver las primeras dos películas venezolanas: “Célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa” y “Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo”, estrenadas en 1897.

¿Cómo empezaste a hacer crítica cinematográfica?
Por recomendación de mi tío Raúl Zapata. Cuando empecé a escribir, no sabía sobre qué hacerlo. Él me recomendó que escribiera sobre temas que me apasionaran; el cine es uno de esos temas, así que comencé a hacer pequeñas críticas y a enviárselas por mail a familiares y amigos, luego ellos me respondían con comentarios o preguntas. Poco tiempo después estos mails aparecerían en diferentes periódicos regionales de Venezuela.

¿Escribes sobre cine o haces crítica cinematográfica?
Definitivamente hago crítica cinematográfica. En una crítica cuestionas a la película, la acorralas y sacas de ella lo bueno o lo malo, pero siempre desde un punto de vista muy subjetivo, es decir, implicando tus emociones en lo que escribes. Hablar sobre cine es otra cosa. Cuando hablas de cine puedes referirte a datos de producción, antecedentes de la película, datos de taquilla, etc., siempre desde un punto de vista muy objetivo.

Existe una especie de arquetipo según el cual la crítica de cine debe ser irónica, desagradable. ¿Esto sigue estando vigente o ha sido ya desplazado por un enfoque diferente?
Creo que no es una cuestión de vigencia, sino más bien de estilo; y los estilos, que son muchos, vienen a asociarse al tipo de línea editorial que siga el medio de comunicación en que se publique la crítica. Claro que se pueden decir las mismas cosas con elegancia, sinceridad y ecuanimidad que con un tono grotesco y sensacionalista. Leo muy pocas críticas cinematográficas, pero hay una realidad, y es que hoy en día, gracias a la masificación de los medios de comunicación, cualquier crítica que se escriba puede llegar a ver la luz. Eso puede ser bueno, o puede ser malo, según como se le mire.

¿La gente sigue recurriendo a la opinión de los críticos de cine para hacerse una idea de lo que quiere ver?
Mi percepción es que ahora la gente se fija más en los actores, en el director o en los efectos especiales, a la hora de escoger una película. Yo soy de los que piensa que las críticas deben leerse después de haber visto la película, como una especie de complemento que puede servir, por ejemplo, para formarnos nuestra propia opinión acerca de esa historia. Claro que aún hay quienes consultan las críticas antes de ver la película, lo sé por la interacción que mantengo con mis lectores.

Por la masiva circulación del diario El Universal tus escritos sobre cine son leídos a lo largo y ancho de nuestro país. Debes ser una de las personas más leídas en el apartado de opinión cinematográfica en Venezuela. ¿Qué importancia ha tenido para ti publicar en este medio?
El Universal fue el primer periódico nacional para el cual comencé a escribir. Es visto por la mayoría como uno de los medios de comunicación más importante del país, eso conlleva a pensar que quienes escriban para él, sean también articulistas de gran calidad. Escribir para El Universal es la forma como la gente ha empezado a conocer mi trabajo como escritor, y eso es muy importante para mí.

Cada vez más, usamos Internet para ver los últimos estrenos. ¿Seguirá la gente pagando por ir a las salas de cine?
Sí, pero no por mucho tiempo. Si las productoras y las salas de cine quieren sobrevivir, deberán adecuarse a los nuevos tiempos. Si el “consumo” se comporta de esa manera, hay que orientar el producto de la misma forma. Estoy en total desacuerdo con la piratería, pero es un fenómeno al que hay que prestar atención, por una razón muy simple: las productoras perciben cada vez menos dinero por sus películas, mientras que la piratería se hace cada vez más fuerte, y es una tendencia que se encuentra en crecimiento desde hace algunos años. Si se quiere evitar el colapso de las productoras, están deben luchar enérgicamente contra los corsarios de la red, pero también deben atender las nuevas reglas de la demanda, y deben hacerlo ahora… cuando todavía tienen ventaja sobre sus adversarios.

 La tecnología ha propiciado una democratización del mundo del cine. Internet ha permitido una revolución en lo que se refiere a exhibición. Cada día más nuevos autores están produciendo cintas con una total desatención a escuelas y formalismos. ¿Qué opinas de este fenómeno?
José Antonio Abreu señaló alguna vez que en el pasado el arte era una creación de las minorías para las minorías, con el pasar de los años el arte adquirió una nueva dimensión: era creado por minorías, para mayorías. Hoy el arte lo crean las mayorías para las mayorías. Ese es el modelo que define a la red de orquestas juveniles de Venezuela. El mismo fenómeno está comenzando a ocurrir en el cine, y es muy positivo y muy importante que esto ocurra. No cualquier película cambia la historia del cine y se convierte en un clásico con el pasar de los años, pero creo que mientras más personas estén haciendo cine en este momento, independientemente de la calidad de sus producciones, mayor es la probabilidad de que aparezca un nuevo “Ciudadano Kane” o un nuevo “Lawrence de Arabia”. Este sistema de canteras, estimula la competencia y en sí, el sentido artístico: es la manera como el arte comienza a exigirse a sí misma una evolución, un paso hacia el futuro.

El cine venezolano tiene un número respetable de seguidores, sin embargo, sus detractores son mayoría. ¿Por qué?
Porque en Venezuela no se hace buen cine; hay excepciones, pero no hacemos buen cine… Me incluyo en ese número respetable de seguidores. Como venezolano apoyo y apoyaré siempre nuestro cine, pero también soy capaz de reconocer que nuestro cine es aún muy primitivo, carece de madurez, de sentido artístico y de historias más interesantes.

¿Cuáles crees que son las mayores fortaleces y debilidades del cine venezolano?
Como principal fortaleza te diría que contamos con un recurso humano muy valioso, sobre todo en el campo histriónico. En Venezuela tenemos actores y actrices a la altura de cualquier otro país. También es cierto que nos hace falta mejor tecnología, pero no es lo imprescindible, como tampoco lo son los grandes presupuestos (aunque claro que ayudarían muchísimo). Aquí lo importante es el sentido artístico, el arte por el arte, sin ningún pretexto más que el puro estilismo de las imágenes y los sonidos. No se hace cine por hacer cine, se hace cine por la misma razón que se escribe una canción o se pinta un cuadro. En Venezuela necesitamos menos “cineastas” y más artistas.

¿Qué te parecen los documentales que se vienen haciendo en Venezuela? ¿Crees que hay un movimiento documentalista importante en el país?
El último documental venezolano realmente bueno que vi, fue “Tocar y luchar” de Alberto Arvelo y, más recientemente, “Un solo de danza”, un cortometraje documental sobre la danza contemporánea en Caracas. Se acaba de hacer uno también sobre el Salto Ángel que tengo muchas ganas de ver. Aún así, creo que no existe todavía un movimiento documentalista importante en Venezuela, aún son minoría los buenos documentales, y mayoría las propagandas disfrazadas de documentales. Lo importante de todo esto, es que la tendencia va en sentido opuesto… el arte está ganado terreno, poco a poco.

¿Cómo decidiste marcharte a vivir en Europa? ¿Qué te ha aportado esta experiencia?
En primer lugar el deseo de vivir nuevas experiencias y conocer nuevas culturas. El estar aquí me ha aportado una visión del mundo y de la vida totalmente distinto al que tenía antes, aunque cada vez creo más en la idea de que esas nuevas visiones y esa madurez es más producto del hecho de “abandonar el hogar” que del nuevo lugar en el que te encuentres. Lo que más me ha gustado de vivir en Europa, es el haber podido conocer a personas de tan diferentes culturas y nacionalidades.

Muchas gracias Gabriel y mucho éxito con tus proyectos…
Gracias a ustedes…

viernes, 26 de noviembre de 2010

Crónica del subdesarrollo cinematográfico: Cuando la subestimación va más allá del entorno geopolítico

Por: Andrea López

“La siguiente crónica es producto de la ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”

Desde chica, Ariadna se interesó por el cine. Rebelde y aburrida cual “Ifigenia” de Teresa de La Parra, pasó por innúmeras escuelas hasta lograr terminar el bachillerato. El día final de la secundaria significó para ella dos cosas: En primer lugar, la salida -hasta entonces imposible- de centros reclusorios dizque escolares permeados por la copiazón, el caletre y no por la reflexión. Y en segundo, la apertura -¡Al fin!- al mundo anhelado de la formación cinematográfica en un lugar que Buñuel bien pudo haber llamado “Miranda”.

Entró así en un Instituto, entonces importante más por único que por destacado académicamente hablando, subsidiado por el Estado.

Dicho Instituto estaba caracterizado por el desorden, la falta de pénsum, una visión estrictamente autoral y la libertad: copias de grandes clásicos como Einsenstein, grabados con cámara Hi-8 directamente de las proyecciones de la Cinemateca Nacional. Pero la mala copia era lo de menos. Realmente no importaba que la biblioteca, repleta de títulos importantes como “El arte de la escritura dramática” de Lajos Egri ó “El Cine según Hitchcock” de Truffaut, se las comiera la humedad del lugar, ó que el dueño del sitio interrumpiera las pocas clases que daba gracias a los olores a perro muerto que emanaban del jardín cada vez que llovía.

Todos esos “detalles” eran nimiedades al lado de ver clases con personas que realmente amaban al cine (aunque ninguno trabajara en él) y la mística con la cual, junto a otros chicos, Ariadna podía hacer sus cortos.

Más de una vez, tras horas de viaje y esfuerzos de producciones incipientes, los equipos de dicho Instituto carecieron de visor o presentaron alguna falla técnica que conllevaron a la frustración del equipo de producción y actores. El fantasma de la “no culminación” acecharon a la joven que desde entonces debió percibir que esto del Cine en la “República de Miranda” era algo realmente complicado.

Pero cierto impulso sadomasoquista siguió dándole fuerzas para seguir. Pronto, al saber que no había luz al final del túnel, es decir, culminación de un pénsum de estudios en este Instituto que se decía anticapitalista y anti-hollywood pero que no daba su brazo a torcer ante cualquier atraso en sus eternas e infinitas matrículas, Ariadna buscó otras opciones.

Fue entonces cuando cayó en la “Universidad de Miranda”, signada mayoritariamente por la formación teórica un tanto anacrónica del análisis Econiano funcional-estructural. Sin embargo, y más allá de la tarea destinada a críticos, Ariadna percibió esperanzas en sus maestros de realización.

Ahora, en la Universidad de Miranda, tenía cerca a Cineastas reconocidos dentro de ésta República aislada e incipiente, cuyo destino más alentador era el fogueo en telenovelas de Venevisión, tipo “El País de la mujeres”; otros cuyo sustento de vida terminó en la conformación de videoclubes quebrados por la piratería y arrasados por la tragedia de Vargas; otros que hipotecaron sus casas y bienes en la realización de filmes largos, tediosos y pretenciosos mientras daban sus clases mirándose al espejo.

Pero dentro de este panorama, hubo uno, un sólo realizador-maestro que le abrió luces a Ariadna en la República de Miranda. Un cineasta formado en Europa, que había conocido a Fellini y se había forjado en la escuela de Polanski. Un cineasta que un día lluvioso la paró frente a la escuela y le mostró dos camionetas: La primera, bastante nueva y lujosa y la segunda, la de él, vieja y destartalada. Sus palabras frente a los dos automóviles fueron para la joven premonitorias y lapidarias. Señalando la lujosa, dijo: “Esto es trabajar para la TV”; acto seguido, señalando su cacharro destartalado, aseveró: “Esto es trabajar en el cine. Si quieres dedicarte a esto y expresar algo, tienes que salir pronto de aquí”.

Ariadna lo pensó un poco, después de todo esta decadencia e indolencia la había visto antes en aquel Instituto subsidiado sin fin y resultados, pero que mal que bien sobrevivía gracias a los petro-dólares del Estado.

En ese momento, Ariadna ya conocía y apreciaba el cine gracias al conocimiento impartido por sus maestros de historia, gentes bastante eruditas que desayunaban cigarrillos y Cheez wiz (sus sueldos no daban para más); y que más tarde, a la hora de defender su tesis, le recomendaron lo mismo: “Si quieres dedicarte a esto tienes que salir de aquí”.

Y así fue. Ariadna salió de allí a una nueva promesa: La República de Miranda se sublevaba, asomaba la posibilidad de una Revolución audiovisual, prometiendo Potemkim, lenguajes tarkovskianos y Vanguardia cinematográfica con Revolución de Octubre y Abriles incluídos… Gracias a esto pudo foguearse haciendo trabajos de presupuesto mínimo que supuestamente serían exhibidos en TV y, aunque se trataba de propaganda, lo importante fue la práctica que adquirió hasta que la censura tocó su puerta.

Para este momento Ariadna, además de conocer la historia de Einsenstein de cabo a rabo, había visto “Mephisto” de Itsván Szabó y había leído el “Cine de Goebbels”. Tras haberse codeado con muchos Mephistos en la República de Miranda, decidió seguir el consejo y partir a tierras lejanas.

Logró entonces, en tierra Chinameca, vislumbrar un cine de verdad, verdad. Se encontró con que el cine de Miranda no era más que un ejercicio desconocido en otras latitudes y, a pesar de arrepentirse por no haber salido antes, pudo entrar en la escuela de un país que, a diferencia de Miranda no tenía revolución sino todo lo contrario: neoliberalismo puro y duro, economía de mercado; pero que aportaba conocimientos gratuitos por parte del Estado y muchos, pero muchos subsidios y posibilidades. En Chinameca sí que encontró industria: Escuelas que lograban ganancias gracias a su colocación en salas comerciales ó ganadoras en festivales y no de público. Películas subsidiadas de estudiantes que garantizaban compra de equipos y financiamientos para hasta tres películas noveles más. Formación traducida en ganancias, desarrollo y prestigio.

De modo que en la nueva escuela “Chinameca”, Ariadna tuvo maestros ganadores en Cannes, Berlín y otros que hasta ganaron demandas a cineastas imperialistas como Mel Gibson.

En la República Chinameca, Ariadna accedió a copias originales a bajo costo, a la visualización de cinematografías diversas, encontró amigos de la niñez con intuición más precoz que la de ella que ahora ostentaban cargos importantes en Avid, expertos en Sonido Dolby… Accedió también al intercambio con cineastas noveles pero bien colocados, de actitud bastante humilde dispuestos a impartir conocimientos cuyo comportamiento mucho distó de aquellos compatriotas suyos de Miranda, que por hacer fracasos taquilleros como el “Toro de la obscuridad” se creyeron grandes cacaos aunque nadie los conozca (y si alguien se los topa sale corriendo). A Ariadna hasta le dio pena decir que los del “Toro de la Obscuridad” eran sus compatriotas. Pero bueno, pronto entendió que el mundo del cine era y es muy, pero muy difícil y poco democrático. Siempre es mejor callar.

Años después en Chinameca, en una tarde soleada de esa República, Ariadna tuvo la oportunidad de asistir a la asesoría del guión de un chico procedente de la República de Miranda que se midió con más de 500 jóvenes aspirantes en una importante casa de Estudios Cinematográficos en ese país y quedó seleccionado.

El chico, de 19 años apenas, con barba similar a la de Fidel Castro, se declaró revolucionario de Miranda al tiempo que leyó un cortometraje que versaba sobre lo malignos que son los gringos. Sin pudor, el chico de Miranda comentó a nosotros los oyentes su fe en la Revolución de Miranda y reconoció que esa “revolución” que él sigue y admira , cerró las becas hasta entonces existentes en el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía de Miranda, que ahora le niegan realizar su corto en las fechas estipuladas por su prestigiosa escuela.

Su ciega desgracia -Él no la ve como tal pues apenas contaba con 8 años de edad cuando se inició la “Revolución” de Miranda y por tanto, es lo único que conoce- se ve aunada por los atrasos que el control de cambios imperante en Miranda impone a su humilde familia provinciana.

Al leer el corto y escuchar sus palabras, Ariadna salió corriendo. Al alejarse, pensó mientras deambulaba por las calles chinamecas: ¿Sabrá este chico que la mejor época de Hollywood estuvo nutrida por migrantes alemanes, rusos, polacos, italianos, austriacos, húngaros? ¿Sabrá este chico quiénes fueron y de dónde provienen Fritz Lang, Hitchcock, John M. Stahl, Duglas Sirk, Coppola, Scorsese, entre otros? ¿Sabrá que fueron los judíos niuyokinos los que defendieron los derechos de los negros en la época de los Black Panters? ¿Sabrá que los trotskistas hallaron seguridad y refugio en los EEUU cuando la persecución y genocidio stalinistas acabaron con la vida de toda su familia y con más de 20 millones de personas? ¿Sabrá él que Bertolt Brecht, de quien dice lo inspiró a la dirección actoral para su corto, terminó en los EEUU durante largas décadas? ¿Sabrá que Kurt Weill también terminó allí?

Montada en un taxi muy barato a pesar de que, a diferencia de Miranda -también país petrolero- en Chinameca la gasolina es muy cara; Ariadna piensa y llega a la conclusión de que el subdesarrollo y el fascismo tropical Mirandino va más allá de las fronteras geográficas enquistándose en las gríngolas del pensamiento.

Ariadna no puede dejar de sentir rabia ante el robo hecho a los ciudadanos de Miranda que pagan impuestos destinados a una formación y cultura cinematográficas que es negada a sus ciudadanos en el mundo, tal como pasa con este chico que sigue rindiéndole culto a los verdugos de su profesión.

Se respeta que en Miranda se estrenen películas buenas: “Hermano”, “Cheila”, “La hora Cero”, pero no puede obviar pensar: ¿Dónde se formaron sus autores? ¿En Miranda ó en otras latitudes?

Se respeta la obra de esos que mientan “Los Rodríguez”, pero reitero: ¿Cuál ha sido su formación? ¿Tiene que ver con la República de Miranda o con los grandes esfuerzos voluntarios, vocacionales e individuales de sus realizadores?

Dejo a ustedes esta reflexión.


lunes, 22 de noviembre de 2010

Las Caras del Diablo (Malave, 2010)

El segundo largometraje de Carlos Malave (Por un Polvo) es una experiencia agridulce porque no termina de alcanzar eso que prometía en el trailer. La premisa tampoco era muy original, sin embargo siempre hay una manera de contar la misma historia para hacerla entretenida, emocionante y nueva.

Y ese es el primer, y quizás único problema, que tengo con la película: que la historia ya se ha contado en infinidad de ocasiones y de mejor manera (véase: 8mm, Man on Fire o Taken sólo por citar tres ejemplos recientes y relativamente exitosos que guardan alguna relación temática con la película de Malavé).

Ojo, esto no va en detrimento del esfuerzo de hacer la película de una manera independiente y con un presupuesto ínfimo, en estilo "guerrilla" como muchas veces ha dicho el mismo Malave. Por el contrario, aplaudo que haya una corriente, aún agreste eso si, de hacer otro tipo de cine; de intentar contar historias sin estar bajo el yugo de la financiación estatal.

Pero el problema es que a pesar de que película se rodó siguiendo los lineamientos del estilo de cine guerrilla, al parecer el guión fue redactado de esa misma manera. Y es allí donde veo el mayor punto débil de la película.

Sólo por poner un ejemplo: el personaje que interpreta Jean Paul Leroux, Pedro Ramírez, es un policía que no logró resolver el caso de un secuestro que terminó en el asesinato de la victima, esto lo lleva a convertirse en una persona inestable y con problemas emocionales que afectan su mismo desempeño como policía, su relación con su esposa, etc.

Pero nunca llegamos a ver nada de esto, ni siquiera sugerido. Ramírez es una bomba de tiempo pero nunca percibimos ese peligro realmente. Por eso cuando su hija es secuestrada y luego se descubre un video donde aparentemente es abusada sexualmente las reacciones de Pedro son cuando mucho caricaturescas. Y no creo que el problema sea la actuación de Leroux, el problema es la pobre construcción del personaje.

El otro punto debil de la película es evidentemente el entorno en que se desarrolla. La elección de el formato de video digital, las camaras en mano estilo "documental" y en general ese feel de cine de bajo presupuesto tienen un gran acierto en otorgar casi siempre un sentido de inmediatez y realidad que a veces ni siquiera las películas con alto presupuesto pueden replicar, ese es uno de sus atractivos. Pero en Las Caras del Diablo es un tanto contradictorio, porque esa "realidad" que captura Malave no tiene nada que ver con la realidad de los cuerpos policiales venezolanos.

Yo esperaba que precisamente por ser una producción independiente la visión de los cuerpos de seguridad fuese un poco más crítica, sin llegar al ataque directo. Pero no, se nos pinta una policía donde no hay corruptos ni nada semejante a lo que todos conocemos es el día a día de nuestros cuerpos de seguridad. Entonces, ¿esa omisión es sencillamente un exceso de ingenuidad o una estrategia para quedar bien con Dios y con el Diablo? Creo que eso le resto inmensamente a la película.

Finalmente el tramo final es casi incomprensible con algunos giros de trama mas cercanos a la telenovela que al cine policial propiamente dicho o fueron tratados con tanta torpeza que lo que debería haber sido sorpresivo e impactante, termino siendo risible y poco creíble, como dije antes creo que todo viene del guión.

Y finalmente esta el tema del abuso infantil. Yo se (no con seguridad, pero me lo imagino vamos) que la intención de Malave es que el mayor numero de personas vea su película y por eso podría entender que el tema de la pederastia y el abuso infantil sea un tema delicado para tratar, en cualquier medio no solo en el cine; pero de ahí a tocarlo solo de pasada o no mostrarlo con la honestidad que amerita me pareció bastante triste.

Ojo!, yo no esperaba que la película se regodeara en este tema en particular pero si que dijera algo al respecto. Mencioné antes otras películas con una clara vocación comercial que entre las cosas que hicieron bien fue mostrar esto que digo. Además, en el terreno del cine actual donde hay películas tan valientes como ésta, me parece que a Las Caras del Diablo le faltó algo de esa valentía.

Creo que Por un Polvo (2008) es mejor película que esta, en aquella por lo menos había algo de autenticidad en el personaje también interpretado por Leroux, que imagino fue construido en gran parte por las propias experiencias de Malavé como cineasta. Incluso la puesta en escena de aquella película se veía mejor planificada y los personajes estaban mejor definidos, y que coño! eran mas interesantes.

A pesar de lo negativo que pueda parecer mi apreciación de la película de Malave, creo que como cineasta todavía tiene bastante que mostrar, por lo menos la intención de tratar cosas nuevas está ahí y eso es siempre necesario.

Esperamos entonces por sus otras dos películas: La pura Mentira y el largometraje sobre el periodista de sucesos Heberto Camacho, que si mal no recuerdo se llama "El último Cuerpo".

Y si Carlos Malavé lee esto: Pana lánzate una secuela, por que no retomar la historia de Pedro en Las Caras del Diablo 2.



domingo, 14 de noviembre de 2010

El Infierno (Estrada, 2010)

Por Andrea López.

Finalmente llegó a la cartelera mexicana la película El Infierno del cineasta mexicano Luis Estrada. Tal y como era su propósito, el filme se exhibió durante las celebraciones del Bicentenario de la Independencia, en las que el gobierno Panista, bastante impopular por su incapacidad para controlar los altos saldos de violaciones a los DDHH y de ejecutados (aproximadamente 23 mil entre 2008 y 2010); se gastó la cantidad de 250 millones de dólares en propaganda que incluyeron, entre otras actividades, el financiamiento de numerosas películas de corte épico y heroico

Tal y como reseñamos en un post anterior, el filme tuvo por objeto ilustrar la guerra actual de México y llamar a la reflexión de ¿hay algo que celebrar?. Pues bien, el resultado no podía ser otro: En su octava semana, El Infierno alcanzó el récord taquillero de más de 76 millones de pesos mexicanos, es decir, poco más de seis millones de dólares; y ha recibido elogios en importantes medios internacionales como The Guardian, El País, Los Ángeles Times, entre otros; así como de las no menos importantes reseñas en medios mexicanos tales como Milenio y Reforma.

Y es que si bien las dos primeras partes de su trilogía también ofrecieron una reflexión sociopolítica del país; El Infierno es, a nuestro juicio, la tercera y mejor lograda película de Estrada.

El guión tiene como personaje central al Beny, un jornalero mexicano que regresa del “sueño americano” al México del que salió porque estaba mal pero que ahora encuentra peor: Crisis, desempleo, muerte, corrupción, narcotráfico, en fin: Violencia. Y es que, si bien El Infierno no asoma más de lo que puede uno saber a través de la prensa y los medios, el retrato del narco es hiperreal y está narrado con el tono inteligente de la comedia. La eficacia del discurso se hace entonces total, no hay otro modo de acercarse a tan trágica realidad porque el impacto sería insoportable de digerir.

De modo que a lo largo de sus 143 minutos de duración los espectadores nos sumergimos en la experiencia del Beny: Vejado por las autoridades fronterizas, asaltado en el bus que lo hace llegar a su pueblo (ahora llamado San Miguel “Narcángel”) enamorado de la viuda de su hermano (importante cuadro del narco), tío y padrastro de un chico que como todos los de su edad entran en las pandillas y al que intenta (¿en vano?) salvar.

Sin ninguna oportunidad de ganarse la vida dignamente, el Beny empieza a trabajar para el cartel de la familia Reyes en el que rápidamente adquiere dinero, bienes, mujeres y ascenso social. Trabaja con él un antiguo amigo de infancia: “El Cochiloco” magistral y conmovedor personaje interpretado por el destacado actor Joaquín Cosío al que ve morir tras buscar venganza para con su hijo muerto y que desde el principio le advierte: “Me cae que esta vida es el maldito infierno”, “Esto (México) es el Infierno, no chingaderas”.

En el filme no hay nada que quede por fuera ni fuera de lugar: Miseria, aspiraciones, corrupción por parte de la Iglesia, El Estado, los programas de protección a testigos, la policía, el Ejército, los gringos que venden armas y la descomposición instalada en todo el tejido social.

Además de ser una buena película: redondo y amarrado guión hecho a dos manos por el propio Estrada y Jaime Sampietro, excelentes actuaciones, impecable trabajo de producción, dirección, fotografía, sonido, edición, vestuario, dirección de arte hiperreal, musicalización genuina y fidedigna, etcs; El Infierno se erige, a nuestro juicio, en una importante reflexión socio-histórica marcada por un profundo nihilismo respecto a la actualidad y futuro mexiquense.

Llamó mi atención durante la primera función a la que asistí, cómo el público se emocionaba ante la salida del protagonista, a mi parecer un tanto anárquica y extrema: tomar una metralleta y matarlos a todos: políticos, narcos, guardaespaldas, arzobispos, militares y policías; en un festejo patriótico y chovinista que no distingue el ruido de los cohetes con el de las armas. Ese público caracterizado por un nacionalismo fuerte, aplaudía y vitoreaba ahora en la sala la aniquilación de todas sus instancias de representación.

Finalmente Estrada, fiel a sus principios y militancia ha declinado la postulación de su película al Oscar delegándola a Biutiful, filme de su compatriota Alejandro González Iñárritu; y ha preferido postularla a los Goyas. Después de todo y como conclusión personal, creo que el cineasta rechaza concursar ante una instancia que pertenece al principal beneficiario de la guerra “contra” el narco: Los Estados Unidos. Como bien dicen por allí, mientras México pone los muertos, los gringos se llevan la lana.

Sin duda, El Infierno pasará a la historia como una de las películas más importantes del cine mexicano y quien sabe si no del cine latinoamericano. Desde una humilde butaca, le auguramos mucho éxito en los Goyas y desde luego, su pronta salida en BluRay. Definitivamente es una película que hay que tener en casa.



domingo, 7 de noviembre de 2010

La Trilogía Crepúsculo: enfriando necesidades

Por: Andreina Gutiérrez



Cualquier referencia mínima a la saga vampírica de Stepenie Meyer, tanto de los libros como de las películas, debe necesariamente llevar el calificativo “fenómeno” en su descripción. Fenómeno editorial, fenómeno de taquilla, fenómeno cultural. Crepúsculo, Luna Nueva y Eclipse se replican a sí mismas en el cine como en el papel. Lo que logran como best-seller lo han logrado como blockbuster. Y aún queda el último capítulo, Amanecer, recientemente publicado y que ha recibido severas críticas de los fans de la saga por ser aparentementes sangriento que los anteriores capítulos. Lo que podría ser el punto de partida de tanta histeria colectiva sería que en la trama (atención spoiler!) Bella y Edward finalmente consuman su relación y ella queda embarazada. Ya se ha anunciado la producción cinematográfica de esta última parte de la trilogía la cual consistirá en dos películas, la primera de las cuales se estrenaría exactamente en un año.

Aunque se sienta la necesidad de catalogar algo que por sí mismo carece de la suficiente sustancia para ser en realidad un referente cultural, más allá de la publicidad, los subtextos lo son todo. Crepúsculo, en este caso la saga fílmica, está intrínsecamente consustanciada con nuestro tiempo. El miedo es libre y se ha apoderado de los padres quienes paranoicos, no ven cómo proteger a sus hijos de las miserias de un mundo en crisis total.

El primer gancho es la estética, esa fotografía que ciertamente atrapa, las tomas panorámicas de idílicos y a la vez atemorizantes paisajes boscosos de Norteamérica, irónicamente calientan las entrañas de millones de adolescentes congeladas por los vientos polares del renacer conservador post 11 de septiembre. Hay una sencillez avasallante en esas tupidas montañas que dan la sensación de que todo está determinado desde un principio, de que no hay cambio posible; a pesar de que todo se transforma sigue siendo igual.

Bella es la heroína típica de las novelas rosa y además se circunscribe en el “celebritismo” del reality show del star sistem actual: es lo máximo solo por existir, por ser mujer, no porque haga nada más, así el mundo gira a su alrededor, ella es el centro del universo para humanos, vampiros y lobos. En un principio no entiende de qué va tanta atención, ella es un objeto brillante ante los ojos de criaturas simples sumidas en una atmósfera de hastío existencial. El aburrimiento en Forks es tal que la chica nueva de la escuela se convierte en el juguete de todos. Y Bella termina creyéndoselo. Los mundos opuestos se enfrentarán por ella. Ni siquiera es una metáfora, está claro para todos que lo importante es preservar la castidad de Bella.

Una vista superficial a la biografía de Stephenie Meyer explica todos los contrastes que en sus libros muestra como el deber ser. Madre de 3 hijos, mormona, creció entre dos ciudades opuestas, una fría y otra caliente, todo tiende a decirnos que el dualismo es la constante en la vida y que simplemente hay que aceptarlo. Unas pocas escenas de la madre de Bella viviendo en Phoenix, recibiendo el sol y agradeciendo ese baño de vitamina E, con una paleta de colores ocres, marrones y amarillos brillantes, lo corroboran. No está de más, es un guiño. Es apenas una visita de Bella a su madre, no debe quedarse allí donde el calor la obligaría a ropajes ligeros que descubrirían su feminidad. Su lugar es al norte en el frió de la montaña, donde la densidad del bosque, la nieve y los dogmas la cubrirán perfectamente. Luego la tristeza por el alejamiento de la madre será sustituida con una serie de amigos sofisticados, personajes vacíos que aparentan una personalidad cool aderezada con un look ligeramente gótico. Hasta que se encuentra con los Cullen que son el sumun del aburrimiento snob.

Si no fuera por los vampiros y los lobos, los humanos del pequeño pueblito montañoso se suicidarían en masa. No existe resistencia a su presencia. No se trata de coexistir, no es tolerancia, sin ellos simplemente no pasaría nada. En Forks todo es quieto, silencioso, muerto. Y sin embargo los vampiros le dan vida. Esos seres ya muertos, literalmente de hielo, tienen una necesidad de apasionamiento que ninguno de los humanos por más histéricos que sean, muestran. La sensación de finitud pesa demasiado hasta que aparecen las criaturas inmortales que como no chupan sangre, le devuelven el hervor que se supone algún día tuvo.

Las críticas hacia la excesiva descripción literaria de Meyer, ella las opaca con un cameo sonriente en la primera entrega de la saga cinematográfica, como si perteneciera a los lobos, marcando su territorio aunque ese sea el de los textos y no el de las imágenes. Si Stephen King lo ha hecho, por qué ella no. Es el reinado de la feminidad agotada de nuevo cuño, el renacer de un feminismo harto de supermujeres pero aún cauto ante la obviedad de la maternidad. Ojo que Bella no es Lisbeth Salander, más bien es su antítesis necesaria. Si los hombres no amaban a las mujeres, entonces los vampiros y los lobos las amarán!

El casting de actores es otro punto a analizar. Ni una sola cara medianamente importante ni conocida, con la inmensa excepción de Dakota Faning, quien aparece más como actriz invitada. Por lo demás, se trata de sangre nueva, de verdad. El mundo cambió, se acabo hace unos pocos años. Olvídate de Tom Cruise y su Lestat en Entrevista con el Vampiro, eso fue en el siglo pasado. En Forks todo es nuevo aunque en realidad es viejo. La imposición de la novedad, de la juventud, del amateurismo también es una dictadura. Pero ni los adultos ni los ancianos en Forks hacen ninguna resistencia tampoco, no hay tal conflicto generacional. El problema es la misma juventud. Tu enemigo eres tú mismo, no son tus padres. Tus problemas se resuelven convirtiéndote en adulto serio y responsable. Los mayores no se sienten desplazados por los más jóvenes, sólo esperan pacientemente que estos se les unan. Al final Bella caerá más fácilmente ante el influjo del matrimonio que ante las fuerzas sobrenaturales.

Pero antes pagará una novatada soft, representada en la atracción física hacia Jacob el lobo. El imprescindible topless de Taylor Lautner en 2 de las 3 cintas es al menos una concesión que la propia Meyer se permite: el hombre como objeto sexual. Lo que no puede permitirse es que sea anecdótico. Al menos Jacob debe amar a Bella. Lastimosamente Meyer no es tan inteligente. Acude a varios estereotipos del deseo femenino: la musculatura, los rasgos fuertes, la virilidad. Y para colmo es racista. Jacob no solo es un lobo, pertenece a una tribu indígena, que es como explica su contacto con la naturaleza y lo primigenio. Su piel morena no solo contrasta con la blancuzca piel de Edward, sino con la de todos en el pueblito montañoso. Él es el verdaderamente diferente en el grupo, los vampiros hasta que no demuestren que lo son, solo parecen niños ricos aburridos. El aborigen, el primitivo, representa la tentación, le recuerda a nuestra heroína sus propios instintos básicos. Pero Jacob es solo una distracción en el camino hacia la corrección política de Bella, de hecho una sana distracción en tanto sirvan sus poderes lobeznos para protegerla. Así Bella puede tener su pequeña fantasía erótica pero pronto regresará a los brazos del blanquecino y ricachón Edward, con quien no solo deberá cumplir la misión tácita que le encargan los Cullen, sino que lo hará de la manera más políticamente correcta.

En la sala oscura el público adolescente interactúa con la cinta de maneras que recuerdan ligeramente a las antiguas salas XXX, cuando menos los gritos y suspiros ante el ‘descamisado’ lobo, dan cuenta de una doble comprensión del mensaje de las cintas, otros develan con risas su burla ante la prudencia sexual de Bella, sin embargo la corrección política termina por imponerse, el consenso de los fans alrededor del mundo es claro: Bella y Edward esperarán hasta que se casen.

Como si acabarán de descubrir que existen los vampiros y hombres lobo como personajes literarios, una generación se vuelca en masa a adorar no una historia, predecible y poco novedosa, ni unos personajes, vacíos y sin mucho que ofrecer, más bien se rinden ante la idea de una vida tranquila y monótona, la que debería existir una vez se acabe con las fuerzas del mal. En un mundo al borde de la locura, los padres se apresuran a comprar los libros y llevar al cine a sus hijos a mostrarles la promesa de un mundo mejor que ellos mismos deberán construir siguiendo los lineamientos del conservadurismo más anacrónico. En un planeta superpoblado las nuevas generaciones deberían entender que el tener hijos es solo una opción, y las historias de vampiros y lobos ahora parece que son perfectas para explicar los peligros de la procreación no planificada.