viernes, 20 de mayo de 2011

"Último Cuerpo" ó Hay que botar la basura en su lugar.

Por: Daniel Dannery.

       En la sala, unas 50 personas. El aire, bastante frío. Una única publicidad del ya desgastado Spot Digital (Me impresiona, ¿Sólo una? Si ya estoy acostumbrado a ver media hora de comerciales mal hechos, como ese terrible de “La escuela de cine”, nefasto.).  Debe ser porque estoy entrando a la función de las 5:30pm. Debe ser.

Luego, un trailer mal proyectado de “Beyond a reasonable doubt” (En español: Más allá de la duda) el remake del clásico de Fritz Lang, un bodrio que tuve la oportunidad de ver en la comodidad de mi casa, aunque la original tampoco es que me guste mucho. El sonido a todo volumen, como si nos prepararan para escuchar unos de los mejores diseños sonoros elaborados en Venezuela, luego oiremos que es una mentira.

martes, 10 de mayo de 2011

"Samuel" ó No me da la gana de hacer nada

Por:  Daniel Dannery




“Samuel” es el nuevo intento de Arvelo; esta vez como productor, tras la fallida “Habana Havana” de llevar a los circuitos un cine intimista con sabor Merideño, bajo los cánones de su manifiesto cinematográfico titulado “Cine Átomo”; cualquier coincidencia con el método de trabajo que proponen el “Dogma 95” de los Daneses, o por ir un poco más lejos, con el “Cine Urgente” del 68, son pura coincidencia. 
De tal forma, “Samuel” se perfila y se vende, como una alternativa al cine de arraigo social, violencia, y malas palabras que tanto se ve en nuestras salas, para así, hacernos entrar en un mundo, donde el único problema existente es el de un hombre que no puede soportar el hecho de haber sido bendecido por la mano del señor. 
En pocas palabras, tenemos ante nosotros un drama indie de proporciones bíblicas, donde la Fe se pone en juego, y se le acusa a Dios (en apariencia) de no intervenir en el proceso natural del hombre: La muerte (Contradictorio, lo sé). Al menos hasta que éste santo se de cuenta de que tiene un propósito en la vida, ayudar a los demás, a pesar de que nadie lo ayuda a el. Lo cual es una mentira, y más adelante explicaré el por qué.
Toda la película cobra un aura bíblica bebiendo un poco de la historia del profeta Samuel, aquel que era llamado en sueños por Dios, esto, junto al caso verdadero de Edgar Cayce, un norteamericano que bajo Hipnosis podía hallar la cura de los enfermos. 

Con la excusa de un drama donde las emociones de los personajes son los que motivan a la historia, “Samuel” se siente vacía en contenido, intentando dejarle todo a una imagen en apariencia poética que debería hablar por si misma, pero no lo hace. 

La sensación que deja la película es la de una historia que pudo haberse contado en menos tiempo, el ritmo juega en su contra, intentado adentrarnos en un mundo que no nos pertenece y que nos muestran lejanamente, como si aquí, todos tuviésemos una licenciatura en antropología. Este mismo problema, y me tomo el atrevimiento, lo tiene “Luz Silenciosa” de Carlos Reygadas. 
La cámara en ningún momento abandona a Samuel, ésta construcción fija pareciera que tuviese como propósito hacernos vivir con el personaje sus dolencias, sus pensamientos, y su forma de ver las cosas. Lamentablemente no lo logra. La reiteración de una sucesión de Till Ups para remarcarnos cada cierto tiempo que el personaje ha cambiado milimétricamente su emocionalidad no funciona coherentemente, pues la historia nos oculta un trecho demasiado importante en la infancia del personaje, para lograr crear la conexión que se necesitaba. ¿Cómo logró Samuel afrontar la muerte de su padre? ¿Cómo afronto Samuel esa perdida de lo que el conocía como el amor, cuando le fue arrebatado? ¿Cómo llegó Samuel, ese hombre silencioso, mecánico de profesión a trabajar para el marido de su verdadero amor? ¿Cómo llegó a hacerse mecánico? ¿Está Samuel solo como los están esas montañas que lo rodean? La soledad de Samuel o al menos los indicios que nos permiten a nosotros apreciar de donde proviene esa sensación de vacuidad es remarcado en los flashbacks, pero absolutamente nada de esto convierten a Samuel en un personaje interesante. La soledad de Samuel se va llenando en la medida en que la suerte anda de su lado y es por eso que uno no entiende porque el personaje reacciona de esa manera. Y esto no quiere decir que sea un personaje complejo, creo que es un personaje al cual el estudio cuadrimensional le quedo corto.

El único momento donde vemos que el personaje toma la determinación de lograr algo, lo logra sin apenas desenfundar un machete. Todo pasa como una sucesión de eventos que están a su favor. No hay choque dramático, y en el momento donde puede hacer uso real, personal, y conciente de su don, simplemente al personaje no le da la gana, entonces puede que la vida haya exigido todo el, pero de ahí a decir que no podía dar nada, me resulta una absoluta falacia, Samuel lo podía dar todo, porque la vida le dio todo lo que el quiso a pesar de lo ocurrido, y el simplemente dijo: “No me da la gana de dar nada” y de paso le echa la culpa a Dios. Semejante caradura.
En lo concerniente a la interpretación, todos están correctos, dado lo que la historia permite de ellos. Sobresale el trabajo de la actriz Ananda Troconis con un registro emocional realmente convincente, sus silencios dicen más que la soledad del mismísimo “Samuel” y su mirada deja ver las angustias, sueños y necesidades de un personaje que en guión pudo haber dado más de si. Carlos Julio Molina (AKA Dj 13) sorpresivamente se contiene, a pesar de que su personaje está fuera de casting. Manuel Porto sobreactúa los primeros minutos pero luego uno se acostumbra a ello. Erich Wildpret desarrolla un personaje que le viene como anillo al dedo, ese hombre que con cara de compungido se pasea a lo largo de toda la historia. Y finalmente la aparición fantasmal de Marisa Román, da un poco de gracia.
Tengo una sensación de caja musical. La película se desarrolla en su mayoría en exteriores, pero la necesidad de su director de hacer su drama íntimo más intimo, le imprimen al filme una extraña construcción de encierro. Este hombre que camina a veces de ida, a veces de regreso, que se aísla en una mazmorra con fines curanderos, con la finalidad; quizás, de buscar el conocimiento que la ignorancia no le deja vislumbrar, como si de una alegoría al mito de las cavernas se tratará, que regaña a su hijo por jugar con una pequeña caja de música que no le brinda nada a la trama, más el hecho de que alguien cómo yo se pregunte: ¿Y eso por qué?, que abusa de una música que busca la sensibilización inmediata del espectador y que suena, como no, a caja musical, no le brindan nada a esta historia que pretende ir más allá de lo evidente.
En definitiva “Samuel” adolece de los mismos males de “Habana Havana”. Cesar Lucena, su director, comete los mismos errores que Arvelo cometió en su primer producto Átomo. El mundo construido para “Samuel” aparenta profundidad, pero es plano, no hay matices, ni en la historia, ni en su registro actoral, ni musical, se queda en lo que muestra, jugando al saber, e intentado producir un dolor de cabeza al espectador que se pregunta constantemente ¿Qué sentido tiene todo esto?, uno profetiza al igual que Samuel el bíblico que una tragedia se cernirá sobre nuestras retinas, y así es, pero el director le tiene fe a su personaje, le agrada, a pesar de que lo ve desde una distancia un tanto prudencial, y entonces lo redime, y de nuevo a “Samuel” la vida le comienza a dar regalos, y finalmente él como muchachito en época de navidad disfruta destapándolos. 

La vida para “Samuel” es una carroza que él jala, donde él debe tener la decisión y no los demás. Eso es lo que plantea el autor. 

Yo digo: A Samuel la vida le ha dado más de lo que se merece.

domingo, 1 de mayo de 2011

Al Más Allá (Portillo, 2008)

"Al Más Allá"
Algunas semanas atrás, gracias a la invitación de una amiga, tuve la oportunidad de asistir a la proyección del último documental de Lourdes Portillo, titulado: “Al Más Allá” en Haverford, College, Philadelphia.  El evento, que cada semana presenta a un nuevo documentalista, contó con la presencia de quien, a mi modo de ver, es una de las realizadoras más valientes del género, la mera Lourdes Portillo.

Lourdes Portillo
Autora de más de una docena de documentales de creación, Lourdes se consagró al retratar por primera vez la cruda y bestial realidad de los feminicidios en Ciudad Juárez.  “Casi todas esas mujeres están hoy muertas” dice todavía con cierto dejo de tristeza y desolación al referirse a “Señorita Extraviada”, largometraje que por su profundidad y agudeza mereció el Premio Especial del Jurado en Sundance Film Festival, Mejor documental en el Festival Internacional de La Habana, el premio Néstor Almendros en el Human Right Watch Film Festival y el Ariel por la Academia Mexicana de Artes Cinematográficas.  
Afiche "Señorita Extraviada"

En lo personal, encontrar nuevamente a esta valiente chicana, autora también del drama de Selena mostrando su más reciente film, significó una oportunidad única sobretodo si tomamos en cuenta que el género documental cuenta con una difusión prácticamente nula fuera del espacio televisivo.  De modo que, tras veloces viajes en bus y tren, conseguí hacerme de una butaca en la que pude ver con gran emoción “Al Más Allá”, su más reciente filme.

 Acostumbrada a la seriedad de los trabajos mencionados  “Al Más Allá” me sorprendió al tratar de abordar el tema de una mujer que viaja a la Riviera Maya en busca de la historia de unos paquetes de cocaína que “supuestamente” aparecieron flotando, e intenta hacer de esta aparición una analogía entre el tráfico de drogas y el saqueo pre-colombino.  La descripción es tan disparatada como suena.  

Afiche del evento en Haverford, Phil.
Protagonizado por la famosa actriz mexicana de telenovelas Ofelia Medina, quien encarna a una documentalista ávida por encontrar esta historia; la peli se desarrolla con mucho sentido del humor y fina ironía que satiriza ciertas conductas “intensas” propias de muchos personajes que hacen vida en este medio.  Lo explícito que resulta ver un documental en proceso de realización nos impide como espectadores involucrarnos demasiado, pero esa es la intención.  La identificación con el personaje se da  a través de la risa que provoca ver a esta mujer refinada, caminado por un pueblo costero junto a su camarógrafo, mientras sudan la gota gorda bajo 40 grados a la sombra.  El sacrificio se asume en pro de abordar un tema tan delicado como el narcotráfico pero pronto la “documentalista” tropieza con lugareños que entienden perfectamente qué es lo que busca pero que no sueltan prenda. Y nadie suelta prenda porque en ese lugar no hay nada, al menos nada de lo que esta mujer, que se parte la cabeza frente a un guión y diserta frente a las pirámides mayas, quiere encontrar.  El único punto de tensión ocurre en un momento en el que el “crew” se queda sin gasolina y aparece un chico en moto que se detiene agresivo detrás de un poste de luz, haciendo gesto de desenfundar una pistola y gritando que no lo filmen.  De resto, el documental pasa rápida y agraciadamente mientras punza ligeras pero ácidas reflexiones acerca de las frivolidades que abundan en el mundo de la creación audiovisual.   

Con Lourdes Portillo y Laura Deutch
En un soplo, las luces se apagan y Lourdes aparece para la sesión de preguntas y respuestas. ¿De dónde surge la idea de hacer un documental de la filmación de un documental? ¿Por qué usar a una protagonista de telenovelas como alter ego? ¿Qué hizo que Lourdes Portillo se arriesgase a emprender un documental cómico y experimental que mezcla ficción y veracidad?

 La idea, según Lourdes, salió sin mucho pensar.  Ella sólo sintió que era el momento de estar detrás de la cámara parodiándose a sí misma y grabando a los compañeros que durante años la han ayudado detrás de ellas, en una jornada menos dura y dramática.  La actuación de Ofelia Medina respondió también a este propósito: Si uno se retrata a sí mismo, ¿debe hacerlo a través de un personaje idéntico a uno, ó más bien, a través de uno completamente opuesto? La intención de Lourdes fue reírse de sí misma, pero desde luego, esta parodia se hace desde el respeto y el cariño.  La realizadora aclara que Ofelia Medina ha sido una luchadora por los DDHH en México, actividad que, como este documental, ha realizado de forma filantrópica, desinteresada.

Imagen de "Señorita Extraviada"
La respuesta a la última pregunta creo que es la que resulta más iluminadora para quienes de una forma u otra nos hemos involucrado en proyectos referidos a violencia y que en consecuencia, han significado para nuestras vidas no sólo enormes gastos materiales sino también (y sobretodo) altos costos emocionales.  “Fue muy duro para mí hacer Señorita Extraviada. Después de hacerlo sentí que tenía que hacer algo que me reconciliara con mi profesión y con la vida, además de que tenía muy poco presupuesto”, dice Lourdes con su tono de voz dulce y pausado.  Y la verdad es que “Señorita Extraviada” es una joya demoledora, pero es una joya al fin porque examina desde la razón y la emoción una escalofriante realidad que sigue ocurriendo, impune, ante los ojos del mundo y que se ha expandido a otros lugares de la República Mexicana.  
  
En este sentido, podemos decir que Lourdes alcanzó el cénit al elevar al ámbito de las artes la voz de miles de mujeres salvajemente silenciadas.  Ahora, tras años de culminación y procesamiento de esa ruda tarea, nos invita a compartir con ella “Al Más Allá”, esto es, un poco de alegría, de reconciliación con la vida, de fiesta.

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