Ingenuo, sin
saberlo, como se aproxima el inocente a las cosas: así me cayó en las manos A Separation. Movido sólo por su
tráiler, sin saber que había ganado el Oscar 2012 a la mejor película
extranjera, sin tener remota idea de su Oso de Oro en el Festival de Berlín,
con cautela, con las expectativas de ser mi primera película Iraní. Imparcial.
Con un movimiento
pausado pero seguro, aunado a una edición inteligente que dosifica una tensión
siempre in crescendo, la historia de esta película se mueve haciéndonos
recordar las angustiantes atmósferas Hitchcockianas y los asfixiantes laberintos existenciales y burocráticos
Kafkianos.
El argumento, por
demás sencillo (el divorcio de una pareja), sirve de excusa (un McGuffin Iraní)
para hablarnos de temas como la estructura de clases, las diferencias
religiosas, el estatus de la mujer en la familia y la sociedad Iraní, además de tocar
las llagas de cuestiones de índole filosófica, psicológica y moral: la verdad,
el orgullo, lo justo, la tolerancia, el engaño, la responsabilidad.