viernes, 28 de diciembre de 2012

“Er Conde Bond” / “Solo en Casa” / “Qué Detectives” o… Apuntes para una teoría del Cine Chabacano.


Chabacano, na. (1)
1. adj. Sin arte o grosero y de mal gusto.

El cine guerrilla se ha convertido hoy en día en una manera de hacer con poco, mucho.  O en el escudo de gente sin talento, que busca justificar sus gracias manipulando al ignorante, para que pague por ver un fraude. 
Es aquí donde se presenta la línea divisoria entre una visión autoral y una industrial, del cine barato. 
Para hacer con poco, justamente lo ideal es tenerlo todo en la creatividad, esa que te obliga a imponer un estilo, una historia y unos actores (si así el proyecto lo amerita) al servicio de la visión.
Vuelvo a mi tema favorito, la importancia de la forma y del contenido, y de cómo una va de la mano con la otra. 
No hablo necesariamente de la composición plástica de un plano en cuanto a estilo y criterio estético se refiere, pero si de las decisiones creativas que te llevan a usar un formato para narrar o hacernos sentir a través de las imágenes. 
Cuando el contenido está por encima de la forma, pues vale acogerse a las reglas del género a manejar para lograr la manipulación emocional. Lo que quiero decir, que si voy a ver una comedia espero reír.
En el cine barato, la manipulación emocional cobra mayor valor, pues el contenido está al servicio del estado emocional del espectador. 
Más que ningún otro, el cine de entretenimiento debe conocer las reglas, pues en ellas radica el verdadero éxito del producto. 
Ahí radica el éxito de un cineasta como Robert Rodríguez, capaz de dar una visión autoral, con poco dinero, a un western moderno como “El Mariachi” (1992), sin dejar de entretener, y convirtiéndose en una puerta para la industria.
El del que ahora hablaremos, busca el recurso fácil y se salta las reglas, en su afán de obtener con cierta violencia invasiva, el recurso industrial sin ahondar en el contenido formal. He aquí entonces lo contrario a un cine barato hecho con conciencia de limitaciones. Un cine alejado de la Guerrilla, de lo ideológico.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Me mató, pero no fue suavemente: Killing them softly

Por Corina Freyre

De esas veces en que una película sorprende. De esas en las que uno cree que está gastándose los reales en una peli súper comercial y resulta que no. Esta fue una de esas veces en que creí una cosa y vi otra. Y lo que vi fue mejor. Esta fue la vez en que fui a ver Killing Them Softly. Escrita y dirigida por Andrew Dominik basada en la novela Cogan's Trade de George V. Higgins y protagonizada por Brad Pitt, parecía una entrega comercial de calidad. Es más que eso.

Es una propuesta en donde un buen guión y una edición impecables juegan sus papeles a la perfección para crear esta pieza que obliga al expectador a agarrarse de la película mientras ella corre a 130 km por hora.

La película abre y la presentación es de lujo. Sencillo: créditos, corte, personaje, corte, crédito, corte y así. Pero con cada corte hay un corte de sonido, brusco, volado, exquisito. Experimental.

Todo comienza con tres hombres y su plan para robar a la mafia cubriéndose en un antiguo robo interno  (el plan implica que los mafiosos sospecharán del mismo perpetrador de la vez pasada). Llevan a cabo su plan, todo sale perfecto. Es cierto, todos sospechan del mismo tipo, pero luego actúan y averiguan y ya no todo sale tan bien. Brad Pitt debe investigar la situación y deshacerse de él o los responsables. A partir de este momento las cosas se complican un poco más y comienza lo bueno (que no contaré para no arruinar la historia).