En días recientes tuve la oportunidad de ver el documental Trotsky y México: dos revoluciones del siglo XX (2006), escrito, dirigido y producido por Adolfo García Videla. Si bien el documental es bastante convencional en cuanto a su forma (se erige sobre entrevistas, fotografía y material de archivo, fundamentalmente) el tema, la estructura y los testimonios abren líneas narrativas que resultan pertinentes y sumamente interesantes en el actual contexto latinoamericano, momento en el que las izquierdas han resurgido. De modo que, lejos de abordar el tema desde una óptica conservadora, el documental de Adolfo García Videla plantea la experiencia revolucionaria, comunista, anarquista y socialista desde dos ópticas: la de Lenin y Trotsky, a saber aniquilada y derrotada; y la de Stalin, cuyo poder hegemonizó cuando menos, la mitad del mundo, durante 33 años.
El documental, que cuenta con una profunda investigación, narra con rigurosidad científica un dramático episodio de la historia bastante olvidado y que hoy, sobre todo en Venezuela, hay que tener en cuenta ya que su proyecto o “proceso” hegemónico se describe de izquierda.
La llegada de Trotsky a México, país que le dio exilio en 1936 después de un largo peregrinar por el mundo, sirve de pretexto al guión que inmediatamente pasa a contarnos la historia de este hombre y de los días que conmocionaron al mundo: dos revoluciones (la de Octubre, 1917; y la de México, 1910), dos guerras mundiales (1918-1923/ 1939-1945) lideradas por el bloque facista y soviético; y cientos de guerras civiles.
El siglo XX inaugura con la arrolladora ilusión de alcanzar una gran utopía: revertir un orden establecido en el cual las clases dominantes ejercen el poder del Estado y de los medios de producción, explotando a la clase mayoritaria, campesina, obrera y trabajadora. En Rusia, la disputa por el poder que sucedería al régimen zarista, estuvo encabezada por dos grupos: los mencheviques, “minorías” de orientación liberal; y los bolcheviques, “mayorías” de orientación marxista. Al ganar las elecciones el mechevique Kerensky; Trotsky, fuera de Rusia, escribe la “Revolución Permanente”, en la cual insiste en la creación de un Estado proletario que resista pactar con la burguesía. Lenin regresa a Rusia con la intención de derrocar a Kerensky, aliándose a Stalin en la creación de un gobierno que aglutinara a bolcheviques, mencheviques socialistas, anarquistas y grupos o movimientos de izquierda internacional. El resultado, la Revolución de Octubre (1917), ilustremente retratada por Einsenstein.
La arrolladora ilusión de los ideales de la Revolución, representada en el gobierno de Lenin (1917) se cimentó bajo cuatro condiciones: libre elección con revocabilidad de cargos, igualdad de sueldos para los funcionarios del Estado y la clase obrera, ningún ejército permanente sino el pueblo armado y alternabilidad en todas las tareas del Estado. Inmediatamente, el gobierno de Lenin reduce la jornada laboral a ocho horas, legaliza el aborto y el divorcio... Sin duda, las promesas y resultados eran emancipadores y muy progresistas.
La ilusión trotskista-leninista, revolucionaria, emancipadora y utópica, cambiaría su dirección con la muerte de Lenin (1923). Stalin (que traduce “Acero”), hombre del pueblo y secretario del Partido llega al poder y revierte paulatinamente algunas premisas del proyecto trotskista-leninista: La diversidad de izquierdas (anarquistas, libertarios, comunistas, socialistas) no podrían mantener su independencia sino aglutinarse en un solo partido y una sola ideología. Stalin identifica al Partido con el Estado y al Estado con él, es decir, erige un régimen totalitario personalista, destruye a la oposición, selecciona a sus cuadros bajo la condición no de sus capacidades sino de su lealtad, estatiza los medios de producción creando una enorme burocracia que irremediablemente se traduce en clientelismo, nepotismo y corrupción. Prontamente, escribe Trotsky “La Revolución traicionada”. En adelante, lo que sigue son los horrores de las purgas o “depuraciones”, que incluyeron desapariciones, atentados, asesinatos, secuestros, torturas, censura y deportaciones que acabaron con la vida de sus partidarios, de prácticamente toda su familia, de sus libros y de su persona, cuando un agente soviético, ex anarquista español reclutado durante la guerra civil, acabó con su vida un día de 1940 en México. Líderes del Partido Comunista Mexicano como el célebre pintor David Alfaro Siqueiros, fueron cómplices y prácticamente autores materiales de su muerte.
La muerte de Trotsky a ojos de este documental, simboliza la muerte de millones de personas que sufrieron el genocidio estalinista. El documental es pertinente además, porque desde 1996 se han empezado a desclasificar los archivos de una organización criminal que supera cualquier drama del Film Noir: la KGB otrora la GPU y la CHEKA, responsable del genocidio de cuando menos, seis millones de personas.
Lo que hasta aquí he contado es sólo un abreboca del documental político-histórico que es Trotsky y México: dos revoluciones del siglo XX.
El documental, co-producido por la UNAM y de 80 minutos de duración, cierra con una una reflexión para todos aquellos interesados en los procesos que hoy rigen cambios sociales en nuestros países: Si la revolución de Trotsky y Lenin no hubiera muerto ¿Tendría Occidente menos adversión hacia términos como el “socialismo” o el “comunismo”?
Y he aquí que el trabajo de García Videla aborda un aspecto medular: Si el mundo habría acogido los ideales de Lenin y Trotsky, en vez de la dirección de Stalin, ¿habríamos alcanzado la utopía?
La película, que cuenta con el emotivo testimonio del nieto de Trotsky, único sobreviviente de la familia; obvia una realidad que afirma su reflexión: los asesinos de Trotsky, más tarde condecorados con la orden Lenin, terminaron sus días trabajando para el Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores en Cuba, última Revolución del siglo XX.
El cierre deja abierta algunas preguntas: ¿Si Stalin no se habría hecho del poder, serían hoy otros los modelos de la izquierda? ¿Se habría garantizado realmente la alternabilidad del poder y no liderazgos personales anquilosados durante décadas? El destino de Stalin y Trotsky ¿representan la muerte de la utopía?
Fe de erratas: Al final quise decir "El destino de Stalin y Lenin (no la de Stalin) ¿representan la muerte de la utopía?
ResponderEliminarMil gracias Vicente.
Muy bueno tu escrito.
ResponderEliminarGracias a ti.
"El destino de Trotsky y Lenin (no el de Stalin) ¿representan la muerte de la utopía?
ResponderEliminarBueno tu escrito, me induce a investigar y aprender más de esta etapa de la historia de México y el mundo. Gracias.
ResponderEliminar