miércoles, 15 de agosto de 2012

Er Relajo der Loro… ó 40 años de nada.

Petrizzelli sintetiza la democracia venezolana ante los ojos de un loro aprisionado contra su voluntad, obligado a cantar el himno de Acción Democrática para divertir a los verdaderos beneficiarios del petróleo venezolano: Los Políticos.

Son varios los momentos históricos identificables dentro de la historia que nos cuenta Petrizzelli, el primero: El derrocamiento de Pérez Jiménez y el ascenso al poder del partido Acción Democrática. Continúa con el periodo de Rómulo Betancourt, donde el protagonista de la segunda parte de la historia encarnado por Luis Gerónimo Abreu, asciende a un ministerio para forrarse de plata, con triquiñuelas harto conocidas de esa gente que trabaja en los ministerios. Hace un paseo indirecto por los gobiernos de Caldera, Pérez, Campins y Lusinchi, este último con chiste agregado de por medio con la famosa frase “Tu a mí no jodes”.  Todo en un vuelo de pájaro, resuelto algunas veces con imágenes filtradas desde un televisor. Se estaciona con brevedad en el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez y los sucesos del “Caracazo”, disfrazado de fiesta popular con aroma a vallenato. La demolición de la estabilidad económica reflejada en la familia ADECA con Ramón J. Velásquez de por medio dejando un país en la quiebra, culpa del gochito pal 88, que luego es relevado vía electoral con el segundo mandato del Dr. Rafael Caldera. Donde entra en juego un homosexual clase media, convertido en loca de feria, que como el Loro añora tiempos pasados, de gloria y fortuna. Finalmente, finaliza con el inicio de la campaña política del actual “FANtasmo” de Miraflores.

Vale hacerse varias preguntas y dejarlas sobre la mesa, pues la película falla justamente en hacernos entender sobre qué va, esto por lo ambicioso de un guión que no profundiza en su temática, que toca de manera muy superficial la construcción cívica del venezolano promedio, en varios contextos políticos. De ninguna manera aquí se nos habla de la picardía del venezolano, aunque asome algunos vestigios de ello. Tampoco se nos habla de corrupción, aunque sea un tema reflejado por segundos en una pantalla de televisión y en el ascenso de un personaje que en su construcción dramática intenta dar cuenta de los miles de estafadores que ascendieron a ladrones de cuello blanco, corruptos y malandros con carnet de diputado. No nos habla de pobreza, aunque intente darnos indicios de cómo la miseria habitó caracas. No nos habla de la poca memoria histórica de la que tanto adolecemos. Ni siquiera de la dignificación de los artistas tirados al abandono, como en el caso de Adilia Castillo.

Petrizzelli construye un guión en base a los clichés que nos ornamentan como venezolanos, pero sus capas son demasiado finas; intenta crear un ensayo sobre la degradación política-social del país construyéndola como una tesis donde los objetivos no se cumplen a cabalidad y terminan mal redactados, con muchas contradicciones. Lamentablemente no entretiene, y su logrado inicio (a excepción de la constante voz en off del Loro, a cargo de Emilio Lovera) se va deshaciendo a medida que avanza el metraje, aburriendo como pocas películas pueden hacerlo. El guión pudo haber quedado más que interesante en un mediometraje, previa revisión por supuesto, de la formas dramáticas.

En “Adaptación” (2002) de Spike Jonze, Charlie Kauffman (guionista) convierte al gurú del guión cinematográfico en un personaje encarnado por el actor Brian Cox. Éste, en la primera escena que abre la película dice a sus estudiantes: “Que Dios te ayude si usas la voz en off”. La ironía del diálogo en cuestión viene alimentada de un guión que deconstruye las reglas básicas de la estructura que McKee propone a sus estudiantes, mientras el personaje en cuestión, medita en off a lo largo de toda la película.

En “Er Relajo der Loro” Petrizzelli pone a hablar a su testigo presencial (El Loro) continuamente en off, pero no sobre lo que acontece, ni sobre las situaciones que ocurren a su alrededor; El Loro es convertido en una víctima pasiva alejada de su situación, condenado a soñar como un niño en la libertad, el amor y en su deseo de encontrar una Lora que llene su vacío. Nada de esto ayuda a la construcción temática de la historia, ni nos aporta momentos claves que nos permitan vincularnos de lleno con el imaginario histórico sobre el que nos quiere hacer a nosotros testigos. Por lo tanto resulta ineficiente, completamente prescindible y es uno de los mayores errores del filme.

¿De qué quería hablar Jhon Petrizzelli en su película?  ¿Del proceso político venezolano a lo largo de 40 años de democracia luego de la salida del poder de dictador Marcos Pérez Jiménez? ¿De cómo la democracia se desvirtuó en el tiempo? ¿De cuales han sido los factores que han hecho del ciudadano promedio de esta ciudad una carga histórica y política, más que un agregado de eficiencia y porvenir?

El Loro huye del testimonio de sucesos importantes para la política actual de nuestro país, apenas y por asomo se anuncia la subida al trono de Hugo Chávez; además emprende el vuelo antes de los sucesos del paro petrolero, como un escapista que ha entendido que a este país no lo salva ningún mártir. Acaso el loro ha sido más inteligente que muchos de nosotros, huyendo del manicomio como alma que lleva el diablo ante las tonadas del Gavilán Colorao. Hay cierta ironía en este pajarraco, que se resguarda en una motivación ante todo ridícula. Pareciera ser que Petrizzelli escapa de la realidad, con la excusa de un proceso que aún no ha finalizado, pero se le olvida que en 14 años, el actual gobernante de esta nación ya tiene tres periodos presidenciales continuos, el último a punto de finalizar, y mucha agua ha corrido en ese tiempo.

El Loro se aleja en busca de su felicidad, dándole la espalda a un proceso más interesante política y socialmente hablando, que los últimos 40 años de democracia.
Aunque a decir verdad, cada una de las estaciones por las que atraviesa el desdichado pájaro, nos hace ver que nada ha cambiado en realidad y quizás la hipótesis sea más horrorosa de lo que pensábamos  ¿Hemos empeorado con el paso del tiempo?

Un argumento interesante que se deshace en un mal guión. Se rescata la fotografía de Alexandra Henao y algunas actuaciones como la del siempre magnifico Gonzalo Cubero y Carolina Torres. Increíblemente sobreactuado y de comiquita Aroldo Betancourt. Completamente innecesaria la animación, convierte a la película en un pastiche estético como su historia. 


Daniel Dannery.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todas las opiniones son bienvenidas. Lo importante es saberlas expresar con respeto hacia quienes escribimos y leemos este blog.