jueves, 7 de noviembre de 2013

El discurso de la negación no es bello. La vida es bella 16 años después.

La vida es Bella.
Título original: La Vita e Bella.
Italia/1997/116´.
Dirigida por Roberto Benigni.
Escrita por Roberto Benigni y Vincenzo Cerami.
Con Roberto Benigni, Nicoletta Braschi, Giorgo Cantarini.

El tiempo ablanda.

Hace ya más de una década que vi La vida es bella, una película que se nos metió a todos en la piel y nos dividió en dos bandos. Anoche volví a verla y la verdad no sentí la misma animadversión de la primera vez. Al menos no en la misma intensidad.

Y es que el asunto con La vida es bella fue la intensidad. El público y los críticos en general se situaron, desde el principio, en posiciones extremas. Una mayoría a favor de la obra. Una minoría, en contra. No abundaron los puntos medios: La vida es bella dio pie, por un lado, a loas supremas de amor y tres premios Oscar; por el otro, a intensas diatribas en contra de la película y del propio director, Roberto Benigni.

De Benigni hay que reconocer que, desde el punto de vista del guión –no así desde el punto de vista filmográfico-, lo arriesgó todo. El fuerte de Roberto ha sido siempre la comedia; digamos, salvando las distancias que impone la idiosincrasia, que él es una suerte de Cantinflas italiano. El fuerte del tipo es hacer reír, en eso estamos todos de acuerdo. Pero construir una comedia romántica en el contexto del holocausto fue, por decir lo menos, temerario. Para unos ese atrevimiento fue un acto de genialidad, para otros, el atrevimiento de un maníaco.