lunes, 23 de marzo de 2009

La Isla de la Juventud

El pasado 8 de marzo se estrenó en la Isla de la Juventud cubana, el documental homónimo realizado por la cineasta mexicana Ana Laura Calderón.

La Isla de la Juventud aborda un tema que contadas veces es tratado en el cine: La vejez. Hace poco, en una clase de diálogos, una dramaturga nos recomendaba no trabajar personajes ancianos pues, según ella, su condición no es considerada dramática: carecen de deseos, motivaciones, capacidades para transformar su vida, enamorarse, etc. Vino a mi mente entonces el documental de Ana Laura: ¿Realmente no hay dramatismo en la condición de ancianidad? ¿Realmente los viejos no tienen anhelos? ¿No es dramático examinar lo que se fue y lo que ahora se es?

La Isla de la Juventud indaga en estas preguntas aportando enriquecedoras visiones.

Partiendo de la contradicción evidente entre su denominación y la edad de su población, el documental desarrolla varias líneas narrativas y conflictos. En primer lugar, la polarización: La Isla de Pinos, nombre de origen, servía de resguardo penitenciario. Al ser destruida por un ciclón, la naciente Revolución cubana decidió enviar a un contingente de jóvenes que la reconstruyeran y repoblaran. De manera que, mientras para algunos la isla sigue siendo Isla de Pinos, para otros su nombre correcto es Isla de la Juventud pues supone el triunfo de una Revolución que hoy arriba a sus cincuenta años. Tomándome la licencia de una primera conclusión, los personajes del documental representan una alegoría de lo que hoy es el proceso histórico que les tocó vivir: Una Revolución que ya está mayor.


Después de sernos presentado este primer conflicto, se presenta a un joven pintor cuya obra se adentra en los procesos de vida, crecimiento y muerte, y que es rechazado, sobre todo, por un veterano de la Revolución que toma la obra de este muchacho como una burla a su condición. El pintor descarta inmediatamente esta intención: La vejez es una cosa que nos toca (…) ser anciano es el mérito de ver el inicio de una larga vida. La frase sirve de antesala a nuevos y hondos dramas: El recuerdo de los seres queridos que ya partieron y el abandono doblemente insular, la vejez y el reclusorio en la isla. Otro pintor concluye este “mid point” con una mirada similar a la de mi maestra de diálogos: Uno de los dramas míos en la isla es que veo que la gente vive sin mucho apasionamiento, sin proyectos, sin emoción, sin construirse cosas sino simplemente dejando que la vida pase. A continuación, buena parte de los revolucionarios de antaño manifiestan haber pensado o intentado el suicidio. Para algunos, que viven en condiciones sumamente precarias, la calidad de vida es fundamental para evitar la depresión.

Sin embargo, el tránsito de la vida y del documental, culmina con la expresión de ciertos deseos: Quisiera estar en una mesa redonda con Fidel y hablar con él, Yo hubiera querido llenar el mundo de hijos y nietos, Quisiera que no me falte ninguna cosa, estar bien; Quisiera tener un televisor chiquito para ver a Fidel, Quisiera irme de aquí a La Habana donde están mis nietos, ó Quisiera seguir luchando por la revolución y por esta sociedad que para nosotros es la más justa que hemos conocido.

El sol sale y los ancianos acuden a las fiestas que una vez al año el gobierno revolucionario lleva a cabo. En estas celebraciones, los ancianos beben, comen y bailan.

Los testimonios, la fotografía, la música, el guión y el diseño sonoro; hacen de La Isla de la Juventud un documental sumamente emotivo porque, más allá de las condiciones socio culturales de sus protagonistas, la vejez es una condición que atañe a todo ser vivo.

La Isla de la Juventud se hizo acreedor en el 2008 del Premio al Mejor Documental en el II Festival de Cine de Cancún, de tres premios colaterales en el Festival Santiago Álvarez y ha sido igualmente nominado en numerosos festivales nacionales e internacionales.




Ficha Técnica:
Guión, producción y dirección: Ana Laura Calderón.
Dir. Fotografía: Matheus Rocha.
Gerente de Producción: Magdiel Aspillaga.
Montaje: Edna Herrera.
Música: Héctor Ruiz.
Dur.: 72 min.
México, 2007.

2 comentarios:

  1. Primero que nada, me ha encantado tu escrito Andrea. Luego, me parece increíble que alguien opine que a la condición humana de vejez falte "dramatismo", vaya superficialidad. Por lo que se ve, es un trabajo supr interesante y emotivo.

    Un saludo

    J

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  2. Andrea: Antes que nada felicitarte por tu artículo que me ha parecido harto interesante. Ana Laura Calderón es hija de un muy buen amigo mio y paisano (nació en Aguascalientes, México) razón que me ha llevado a subir en mi blog tu texto esperando no te provoque ningún problema. La dirección de mi blog es http://www.cineforever.com/

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