lunes, 12 de noviembre de 2012

El Misterio De Las Lagunas... o El rescate de la tradición.


Atahualpa Lichy construye un ensayo sobre las tradiciones del sur de los andes en estos fragmentos recogidos a lo largo de más de tres años de producción.

Entre lo místico, la memoria y el presente, hay una mirada de angustia en su documental.

Un temor que desemboca hacia la desaparición de los orígenes, y que con mirada enamorada nos muestra, para sembrarnos la duda del futuro.

La naturaleza poética del filme no radica principalmente en su cinematografía; en escasos momentos planificada y, en otros, víctima de la casualidad verídica del género. Sino, en el contexto manejado.


La cámara nos acerca con afán de realidad a sus protagonistas, los cuales se pueden enmarcar de la siguiente manera: los rostros de quienes viven en lo alto de las montañas, la atmósfera espiritual impresa en los actos religiosos, y la naturaleza misma que se nutre del movimiento ancestral de quienes transitan, viven y sufren la vida a más de 2000 metros de altura.

Quizás ésta metáfora natural, la del estar más cerca del cielo, le imprima el carácter misterioso a todo el filme y nos plantea la siguiente pregunta:

¿Quiénes viven a los limites de estas lagunas elevadas, han sido bendecidos? 

El carácter ritualesco de una vida sumida entre las tradiciones y la cotidianidad, alejados por completo de los avatares tecnológicos de nuestros días, resistiendo a la memoria y los nuevos ideales de civilización, se manejan como un subtexto, que como una serpiente escurridiza deja su rastro en cada uno de los capítulos en los que se divide la película.

“El Misterio De Las Lagunas” se perfila como un documental abrazado a la necesidad de hacer historia donde pocos han puesto el ojo y siembra la duda de sí es necesario hacer avanzar una población hacía lo que consideramos futuro o progreso, cuando lo que le caracteriza, es el haberse mantenido resistente en su ruralidad.

El mismo director deja entrever sus dudas ante este tema y se permite cuestionar el alcance turístico que su filme pueda llegar a generar, pues politizar lo netamente humano le arrebataría el carácter inocente a una realidad que un Caraqueño ignora.

La magia de un documental como éste, radica en la conexión con lo que en principio consideramos ajeno a nuestras raíces, y en la medida que nos dejamos llevar por la narración, corroborar que formamos parte de un todo y que nuestra educación, nuestra manera de ver la vida, puede romper las brechas políticas, espirituales e ideológicas que nos conforman como el venezolano que somos actualmente.

De esta manera, Lichy estructura un ensayo sobre la vida y la muerte, apegado a los principios antropológicos e intenta mostrarnos las semillas que fundaron las bases de una sociedad que se pasea entre la tradición oral, la creencia y la lucha por vivir. La película deja en la memoria, la impresión de vivir alejados del otro, de haber perdido lo auténtico de nuestra civilización, esa riqueza histórica que nos dejó la colonia y que se homogeneizó con la cultura tradicional de nuestros indios, al día de hoy convertida en banalización constitucional o televisiva.

“El Misterio De Las Lagunas” es un filme brillante en su contenido, pero dudoso en su forma. Si bien sobresale el uso de la música como un narrador que nos va llevando de fragmento en fragmento y en algunos momentos como un dilatador dramático o un descanso secuencial para construir contrastes temáticos, sea el caso entre el capítulo de “Las fiestas de San Benito” a “Los Angelitos”, son pocos los momentos donde la fotografía nos permite una construcción mucho más delicada del objeto a tratar.

La cámara en la mayoría de los casos es una decisión del momento, bien esto le brinda naturalidad y realismo, a veces, no termina del todo compensado con ejercicios implícitos en la construcción netamente cinematográfica, ejemplo de ello: la cámara en picado sobrevolando al ritmo de "Mi primera canción". Pieza musical que forma parte de uno de los fragmentos andinos, que conforma el documental.

En todo caso, es un documento necesario, valioso y hermoso.

Se agradece el ímpetu de sus realizadores al estar presentes en la sala al finalizar la proyección, este gesto convierte el visionado de la cinta en un proceso íntegro, donde espectador y producto se amalgaman poderosamente para crear confrontación temática y debate.




Daniel Dannery.

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