Por Andrea López.
Finalmente llegó a la cartelera mexicana la película El Infierno del cineasta mexicano Luis Estrada. Tal y como era su propósito, el filme se exhibió durante las celebraciones del Bicentenario de la Independencia, en las que el gobierno Panista, bastante impopular por su incapacidad para controlar los altos saldos de violaciones a los DDHH y de ejecutados (aproximadamente 23 mil entre 2008 y 2010); se gastó la cantidad de 250 millones de dólares en propaganda que incluyeron, entre otras actividades, el financiamiento de numerosas películas de corte épico y heroico
Tal y como reseñamos en un post anterior, el filme tuvo por objeto ilustrar la guerra actual de México y llamar a la reflexión de ¿hay algo que celebrar?. Pues bien, el resultado no podía ser otro: En su octava semana, El Infierno alcanzó el récord taquillero de más de 76 millones de pesos mexicanos, es decir, poco más de seis millones de dólares; y ha recibido elogios en importantes medios internacionales como The Guardian, El País, Los Ángeles Times, entre otros; así como de las no menos importantes reseñas en medios mexicanos tales como Milenio y Reforma.
Y es que si bien las dos primeras partes de su trilogía también ofrecieron una reflexión sociopolítica del país; El Infierno es, a nuestro juicio, la tercera y mejor lograda película de Estrada.
El guión tiene como personaje central al Beny, un jornalero mexicano que regresa del “sueño americano” al México del que salió porque estaba mal pero que ahora encuentra peor: Crisis, desempleo, muerte, corrupción, narcotráfico, en fin: Violencia. Y es que, si bien El Infierno no asoma más de lo que puede uno saber a través de la prensa y los medios, el retrato del narco es hiperreal y está narrado con el tono inteligente de la comedia. La eficacia del discurso se hace entonces total, no hay otro modo de acercarse a tan trágica realidad porque el impacto sería insoportable de digerir.
De modo que a lo largo de sus 143 minutos de duración los espectadores nos sumergimos en la experiencia del Beny: Vejado por las autoridades fronterizas, asaltado en el bus que lo hace llegar a su pueblo (ahora llamado San Miguel “Narcángel”) enamorado de la viuda de su hermano (importante cuadro del narco), tío y padrastro de un chico que como todos los de su edad entran en las pandillas y al que intenta (¿en vano?) salvar.
Sin ninguna oportunidad de ganarse la vida dignamente, el Beny empieza a trabajar para el cartel de la familia Reyes en el que rápidamente adquiere dinero, bienes, mujeres y ascenso social. Trabaja con él un antiguo amigo de infancia: “El Cochiloco” magistral y conmovedor personaje interpretado por el destacado actor Joaquín Cosío al que ve morir tras buscar venganza para con su hijo muerto y que desde el principio le advierte: “Me cae que esta vida es el maldito infierno”, “Esto (México) es el Infierno, no chingaderas”.
En el filme no hay nada que quede por fuera ni fuera de lugar: Miseria, aspiraciones, corrupción por parte de la Iglesia, El Estado, los programas de protección a testigos, la policía, el Ejército, los gringos que venden armas y la descomposición instalada en todo el tejido social.
Además de ser una buena película: redondo y amarrado guión hecho a dos manos por el propio Estrada y Jaime Sampietro, excelentes actuaciones, impecable trabajo de producción, dirección, fotografía, sonido, edición, vestuario, dirección de arte hiperreal, musicalización genuina y fidedigna, etcs; El Infierno se erige, a nuestro juicio, en una importante reflexión socio-histórica marcada por un profundo nihilismo respecto a la actualidad y futuro mexiquense.
Llamó mi atención durante la primera función a la que asistí, cómo el público se emocionaba ante la salida del protagonista, a mi parecer un tanto anárquica y extrema: tomar una metralleta y matarlos a todos: políticos, narcos, guardaespaldas, arzobispos, militares y policías; en un festejo patriótico y chovinista que no distingue el ruido de los cohetes con el de las armas. Ese público caracterizado por un nacionalismo fuerte, aplaudía y vitoreaba ahora en la sala la aniquilación de todas sus instancias de representación.
Finalmente Estrada, fiel a sus principios y militancia ha declinado la postulación de su película al Oscar delegándola a Biutiful, filme de su compatriota Alejandro González Iñárritu; y ha preferido postularla a los Goyas. Después de todo y como conclusión personal, creo que el cineasta rechaza concursar ante una instancia que pertenece al principal beneficiario de la guerra “contra” el narco: Los Estados Unidos. Como bien dicen por allí, mientras México pone los muertos, los gringos se llevan la lana.
Sin duda, El Infierno pasará a la historia como una de las películas más importantes del cine mexicano y quien sabe si no del cine latinoamericano. Desde una humilde butaca, le auguramos mucho éxito en los Goyas y desde luego, su pronta salida en BluRay. Definitivamente es una película que hay que tener en casa.
Coincido plenamente. Y da un gusto encontrar que todavía queden cineastas que más allá de querer transmitir un mensaje o una reflexión social (una cinta que es muy fácil colgarse a veces al querer representar "la dura realidad mexicana") sepa también contar de manera excelente una historia.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias S. por tu comentario, sin duda "El Infierno" es una gran película hecha por un ser humano con cabal sensibilidad social.
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