“Samuel” es el nuevo intento de Arvelo; esta vez como productor, tras la fallida “Habana Havana” de llevar a los circuitos un cine intimista con sabor Merideño, bajo los cánones de su manifiesto cinematográfico titulado “Cine Átomo”; cualquier coincidencia con el método de trabajo que proponen el “Dogma 95” de los Daneses, o por ir un poco más lejos, con el “Cine Urgente” del 68, son pura coincidencia.
De tal forma, “Samuel” se perfila y se vende, como una alternativa al cine de arraigo social, violencia, y malas palabras que tanto se ve en nuestras salas, para así, hacernos entrar en un mundo, donde el único problema existente es el de un hombre que no puede soportar el hecho de haber sido bendecido por la mano del señor.
En pocas palabras, tenemos ante nosotros un drama indie de proporciones bíblicas, donde la Fe se pone en juego, y se le acusa a Dios (en apariencia) de no intervenir en el proceso natural del hombre: La muerte (Contradictorio, lo sé). Al menos hasta que éste santo se de cuenta de que tiene un propósito en la vida, ayudar a los demás, a pesar de que nadie lo ayuda a el. Lo cual es una mentira, y más adelante explicaré el por qué.
Toda la película cobra un aura bíblica bebiendo un poco de la historia del profeta Samuel, aquel que era llamado en sueños por Dios, esto, junto al caso verdadero de Edgar Cayce, un norteamericano que bajo Hipnosis podía hallar la cura de los enfermos.
Con la excusa de un drama donde las emociones de los personajes son los que motivan a la historia, “Samuel” se siente vacía en contenido, intentando dejarle todo a una imagen en apariencia poética que debería hablar por si misma, pero no lo hace.
La sensación que deja la película es la de una historia que pudo haberse contado en menos tiempo, el ritmo juega en su contra, intentado adentrarnos en un mundo que no nos pertenece y que nos muestran lejanamente, como si aquí, todos tuviésemos una licenciatura en antropología. Este mismo problema, y me tomo el atrevimiento, lo tiene “Luz Silenciosa” de Carlos Reygadas.
La cámara en ningún momento abandona a Samuel, ésta construcción fija pareciera que tuviese como propósito hacernos vivir con el personaje sus dolencias, sus pensamientos, y su forma de ver las cosas. Lamentablemente no lo logra. La reiteración de una sucesión de Till Ups para remarcarnos cada cierto tiempo que el personaje ha cambiado milimétricamente su emocionalidad no funciona coherentemente, pues la historia nos oculta un trecho demasiado importante en la infancia del personaje, para lograr crear la conexión que se necesitaba. ¿Cómo logró Samuel afrontar la muerte de su padre? ¿Cómo afronto Samuel esa perdida de lo que el conocía como el amor, cuando le fue arrebatado? ¿Cómo llegó Samuel, ese hombre silencioso, mecánico de profesión a trabajar para el marido de su verdadero amor? ¿Cómo llegó a hacerse mecánico? ¿Está Samuel solo como los están esas montañas que lo rodean? La soledad de Samuel o al menos los indicios que nos permiten a nosotros apreciar de donde proviene esa sensación de vacuidad es remarcado en los flashbacks, pero absolutamente nada de esto convierten a Samuel en un personaje interesante. La soledad de Samuel se va llenando en la medida en que la suerte anda de su lado y es por eso que uno no entiende porque el personaje reacciona de esa manera. Y esto no quiere decir que sea un personaje complejo, creo que es un personaje al cual el estudio cuadrimensional le quedo corto.
El único momento donde vemos que el personaje toma la determinación de lograr algo, lo logra sin apenas desenfundar un machete. Todo pasa como una sucesión de eventos que están a su favor. No hay choque dramático, y en el momento donde puede hacer uso real, personal, y conciente de su don, simplemente al personaje no le da la gana, entonces puede que la vida haya exigido todo el, pero de ahí a decir que no podía dar nada, me resulta una absoluta falacia, Samuel lo podía dar todo, porque la vida le dio todo lo que el quiso a pesar de lo ocurrido, y el simplemente dijo: “No me da la gana de dar nada” y de paso le echa la culpa a Dios. Semejante caradura.
En lo concerniente a la interpretación, todos están correctos, dado lo que la historia permite de ellos. Sobresale el trabajo de la actriz Ananda Troconis con un registro emocional realmente convincente, sus silencios dicen más que la soledad del mismísimo “Samuel” y su mirada deja ver las angustias, sueños y necesidades de un personaje que en guión pudo haber dado más de si. Carlos Julio Molina (AKA Dj 13) sorpresivamente se contiene, a pesar de que su personaje está fuera de casting. Manuel Porto sobreactúa los primeros minutos pero luego uno se acostumbra a ello. Erich Wildpret desarrolla un personaje que le viene como anillo al dedo, ese hombre que con cara de compungido se pasea a lo largo de toda la historia. Y finalmente la aparición fantasmal de Marisa Román, da un poco de gracia.
Tengo una sensación de caja musical. La película se desarrolla en su mayoría en exteriores, pero la necesidad de su director de hacer su drama íntimo más intimo, le imprimen al filme una extraña construcción de encierro. Este hombre que camina a veces de ida, a veces de regreso, que se aísla en una mazmorra con fines curanderos, con la finalidad; quizás, de buscar el conocimiento que la ignorancia no le deja vislumbrar, como si de una alegoría al mito de las cavernas se tratará, que regaña a su hijo por jugar con una pequeña caja de música que no le brinda nada a la trama, más el hecho de que alguien cómo yo se pregunte: ¿Y eso por qué?, que abusa de una música que busca la sensibilización inmediata del espectador y que suena, como no, a caja musical, no le brindan nada a esta historia que pretende ir más allá de lo evidente.
En definitiva “Samuel” adolece de los mismos males de “Habana Havana”. Cesar Lucena, su director, comete los mismos errores que Arvelo cometió en su primer producto Átomo. El mundo construido para “Samuel” aparenta profundidad, pero es plano, no hay matices, ni en la historia, ni en su registro actoral, ni musical, se queda en lo que muestra, jugando al saber, e intentado producir un dolor de cabeza al espectador que se pregunta constantemente ¿Qué sentido tiene todo esto?, uno profetiza al igual que Samuel el bíblico que una tragedia se cernirá sobre nuestras retinas, y así es, pero el director le tiene fe a su personaje, le agrada, a pesar de que lo ve desde una distancia un tanto prudencial, y entonces lo redime, y de nuevo a “Samuel” la vida le comienza a dar regalos, y finalmente él como muchachito en época de navidad disfruta destapándolos.
La vida para “Samuel” es una carroza que él jala, donde él debe tener la decisión y no los demás. Eso es lo que plantea el autor.
Yo digo: A Samuel la vida le ha dado más de lo que se merece.
Alberto Arvelo es un director de cine muy sobrevalorado, sus filmes adolecen de guiones pésimos camuflados con bellos paisajes como en sus peliculas Una Vida y dos Mandados y Una Casa con Vista al Mar. Habana Havana fue un fiasco, un bodrio somnifero sin proposito alguno
ResponderEliminarYa amenaza con llegar a la cartelera otra producción lacrimógena de Alberto Arvelo dedicada a Gustavo Dudamel.
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ResponderEliminarexcelente critica
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