martes, 9 de febrero de 2010

BESTIARIO CINEMATOGRÁFICO VENEZOLANO. CUARTA PARTE: EDITORES Y MONTADORES


Por Sergio Marcano

En la creación cinematográfica hay tres grandes etapas claramente definidas.

La primera es la escritura del guión, en la cual el director –y si acaso un guionista- definen lo que será la película en cuestión, temática, argumental y narrativamente hablando.

La segunda etapa es el rodaje en la cual todo se hace real, día tras día actores, fotógrafos, sonidistas, directores de arte, vestuaristas, maquillistas –entre muchos otros- hacen realidad las escenas planteadas, hasta que se completa la totalidad del argumento, esto por supuesto bajo presión y rápidamente.

Y la tercera etapa, que es la que nos compete hoy en día, donde se ordena y se da coherencia al material filmado.

En esta etapa, que suele ser la labor de unos pocos –normalmente el montador y el director-, se reparan los eventuales errores cometidos en las fases antes mencionadas tanto en el guión, lo que puede implicar desde supresión de escenas, hasta -en los casos más extremos¬- a la reestructuración completa del concepto narrativo; del mismo modo con el material obtenido en el rodaje se hacen reencuadres, se procuran corregir las voladas de ejes, se decide si se agregan o no las improvisaciones de los actores –unas palabras que no estaban en el guión, una reacción emocional que no estaba prevista, un gesto, una mirada que cargue o desprenda de sentido-; además se define el ritmo de la película -lo que incide directamente en la atmósfera narrativa con la que se cuentan los acontecimientos-, se crean las transiciones que no fueron pensadas en el guión o en el rodaje y un gran etc. Es decir estamos ante una de las etapas más creativas del proceso cinematográfico, en la que se le da la forma final a la película en cuestión.


En Venezuela, por razones que desconozco, esta es una labor mayormente realizada por hombres, pero en cualquier caso, sea hombre o sea mujer los que se dedican a esta profesión siempre terminan estando enmarcados entre uno de dos grupos claramente definidos: o son EDITORES, aquellos que sólo pegan los planos guiados por la voz del director –en algunos casos también del guionista- ó son MONTADORES, aquellos que tienen la habilidad y/o la capacidad de hacer propuestas narrativas y estéticas.

En no pocos casos este personaje termina por convertirse en el confidente más cercano del director, en una especie de psicólogo, alguien que con mucha paciencia le ayuda a superar y/o digerir –esto depende directamente de la película en cuestión- sus inseguridades con el filme.

En muchos casos el problema fundamental de los profesionales de esta área radica esencialmente en la rapidez con la que el aislamiento, la comodidad de la sala de edición, del aire acondicionado y la comodidad de los horarios -que en los casos del trabajador freelance pueden llegar a ser muy flexibles- termina por subirle los humos a la cabeza.

En el fondo, sin exageraciones de ningún tipo, estamos ante una de las labores más subestimadas y menospreciadas de la cinematografía nacional, quizás por su gran parecido con el trabajo del guionista y al del mismo director.

Manos derechas estéticas y arguméntales de todos aquellos que quieran o tengan la capacidad de escuchar sus sugerencias y consejos. Un personaje esencial al que puede amarse o despreciarse día tras día, una criatura muy particular y sin duda esencial dentro de la comunidad audiovisual y cinematográfica venezolana: LOS EDITORES Y MONTADORES

EL ZOMBIE:
A este personaje no le gusta pensar.
No es capaz de aportar soluciones narrativas, ni estéticas.
El director y/o el guionista tiene que convertirse en su sombra y sobre su hombro dictarle todos y cada uno de los cortes y las transiciones.
Sus conocimientos sobre narrativa son nulos.
No le interesan las películas, ni los documentales, ni los comerciales.
Hace este trabajo como podría hacer cualquier otro, esencialmente por dinero.
Puede ponerse de mal humor muy fácilmente.

EL NARRATIVO:
Es un as de la narración.
Capaz de reformular y proponer estructuras narrativas.
Aporta soluciones.
Transiciones.
Buen ritmo –lo que incide directamente en el tono y la atmósfera del resultado-.
Normalmente los productos que edita tienen un buen terminado y un look audiovisual más que decente.
No sabe nada de la técnica y no le interesan las nuevas tecnologías, ni las nuevas plataformas -una característica que para algunos profesores de la cátedra de edición de la EICTV era inherente a muchos de los buenos montadores a nivel internacional, imagino por sobretodo a aquellos que les había tocado la transición de plataformas lineales a no lineales, aunque sin duda eso no es una limitante para no conectar con las nuevas tecnologías-

EL GREMIALERO:
Siempre esta buscándole la quinta pata al gato.
Una salida tarde, un almuerzo atrasado, un cheque que no llega a tiempo. Todo es potencialmente material para una querella con sus jefes de turno.
Y aunque en no pocas ocasiones tiene razón –ya muchos de los directores venezolanos no son precisamente ejemplos de rectitud y responsabilidad para con sus trabajadores-, su actitud no le favorece ni entre sus amigos, ni entre sus contratistas.
Normalmente lleva su comida en un pote topperware.
Llega a las 8 a.m.
Come a las 12 en punto.
Y sale de su trabajo a las 5 p.m.

EL RETRECHERO:
Este personaje se sabe manejar medianamente bien en la narrativa y muy bien en lo tecnológico.
Lleva años en el medio y se ha ganado su espacio con trabajo y con esfuerzo.
En apariencia es una persona tranquila, llevadera.
Pero eso es sólo apariencia. La verdad es que no soporta la competencia, a tal punto de que es capaz de quedarse en las oficinas hasta altas horas de la noche, justo cuando ya no hay nadie, para meterse en las computadoras de sus compañeros de trabajo y así des-seleccionar los settings del scratch disk –las carpetas en los que se guarda la información en los discos duros- para que al día siguiente se pierdan todos los avances estéticos y narrativos en los que trabajen sus compañeros.
Además de eso puede llegar a alterar, el timeline –la mesa de trabajo- para desarticular el orden del trabajo, sembrando cuadros negros, fueras de sincro, etc.
En ambos casos el fin es el mismo: poner zancadillas y así ser él, el único que brille a la hora de las entregas.
Con su doble cara siempre estará dispuesto a ayudar a solucionar los problemas técnicos que tengan sus compañeros de trabajo.
Un personaje que te empuja día tras día a la paranoia.
Sin duda un personaje de cuidado.

EL HIPPIE POST MODERNO:
Normalmente suelen ser personajes muy afables, de buena conversa y grata compañía.
Su jornada laboral dependiendo del día -y de la tensión que se acumule- es interrumpida cada dos horas, cada hora, cada media hora.
Al principio nadie sabe a donde va.
Poco a poco el misterio es develado.
Va al baño, a la azotea, al tras patio, al medio de la calle, a la acera de en frente, a su carro; allí se da un shot –con pipa de metal- y/o se fuma un porro, y regresa a la oficina.
Mary jane siempre está con ellos.
En su ropa interior, en sus zapatos, medias, bolsillos de pantalones, chaquetas, camisas, sombreros, carteras, cuadernos, bolígrafos, bolsos y por supuesto en sus cerebros.
En donde menos te los esperes tienen un stock o una reserva que siempre está dispuesto a compartir en una especie de ritual colectivo cargado de mucha buena onda.
Suelen ser muy creativos en lo que respecta a la edición, normalmente son trabajadores comprometidos, pero algo lentos y bastante dispersos.
Su fuerte son los efectos gráficos y los acabados envenenados en el más puro estilo del video clip contemporáneo.

EL TECNOLOGICO:
Es un adicto apasionado de las nuevas tecnologías, de los nuevos formatos, de las nuevas plataformas.
Se sabe todos los detalles técnicos y los que no sabe los averigua y los resuelve.
No se le escapa nada en este plano.
Pero cuando el director le pide que aporte soluciones narrativas y/o estructurales simplemente no sabe resolver.
Aun así su actitud es normalmente altiva, ya que en su fuero interno piensa que la narrativa es algo irrelevante.

EL EDITOR DE LOS MILAGROS:
El José Gregorio Hernández de los editores.
Este hombre es capaz de levantar a los muertos, de enderezar a los árboles torcidos, de corregir todos los desaciertos y errores perpetrados por los directores, fotógrafos, scripts, actores, sonidistas, y un gran etc.
A su oficina llegan ofrendas de todo tipo, de chocolaticos a cestas de frutas.
A diferencia de los santos católicos o paganos este santo del cine contemporáneo cobra bastante caro por sus servicios.
Aun así, por razones obvias, es el editor preferido por los cineastas venezolanos.

EL SINTETICO:
Este personaje es un desastre.
Está enfermo –y esto no es una apreciación moral-.
No da un paso si no tiene coca, jarabe, o alcohol –o todas las anteriores- en su organismo.
En la ofician comienzan a perderse cosas, pequeños valores, dinero de la caja chica, objetos de sus compañeros de trabajo, cosas que en un principio pasan desapercibidas.
Nunca llega a las horas pactadas, siempre está trasnochado, su trabajo, aunque creativo, nunca está listo a tiempo.
La relación laboral con sus “patrones” nunca termina bien.

EL TEMPERAMENTAL:
Este tipo siempre anda arrecho.
Porque está a dieta.
Porque no le alcanzan los reales.
Porque aún vive con su mamá.
Porque no tiene mujer.
Porque su mujer es una cuaima.
Porque Chávez.
Porque la oposición.
Porque se levantó con el pie izquierdo.
La sala de edición es normalmente su cuadrilátero.
La edición con este personaje termina por ser un calvario.
Su ego es bastante grande.
No le gusta recibir directrices.
No le gusta que le contradigan en los cortes que propone.
A pesar de todo es un trabajador comprometido y muy responsable.

EL SEDUCTOR:
Este(a) editor(a) es un lince.
Todo lo que pasa por su sala de edición –mujeres y hombres por igual- se los pasa por el filo.
Su táctica es muy efectiva.
Consiste en ganarse la confianza y en hacerse imprescindible.
Primero destruye la autoestima del director(a) en cuestión evidenciando todos los errores que se cometieron durante la concepción del guión y después en el rodaje -un panorama que casi siempre es apocalíptico- y lo(a)s directore(a)s caen en depresión.
Luego EL SEDUCTOR poco a poco les aporta soluciones, les libera de responsabilidades y les hace ver que sólo con su ayuda podrán llevar la película a buen puerto.
Así, se queda con ello(a)s hasta horas insólitas, lo(a)s deja dormir en su cómoda sala de edición y se convierte en su mejor amigo y aliado.
Poco a poco lo(a)s directore(a)s bajan la guardia y caen rendidos a la calidez de sus palabras, a la solidez de sus argumentos y se entregan en sus manos expertas.

Y bueno, hasta aquí nos trajo el rio en este rubro y por esta oportunidad.
¿Les parece reconocer alguno?
¿Les parece que exagero o miento?
¿Creen qué hablo desde mi resentimiento, mi soberbia?
¿Qué tengo la razón?

Todo es posible. En todo caso, -como siempre- les dejo claro que estas palabras, comentarios y reflexiones, son sólo el fruto de mi experiencia e impresión personal –que he ido formando con el paso de los años de trabajo- acerca de este medio criollo que tenemos. Para nada pretendo alzarme con la razón.

Así que una vez más les invito a todos los que lean estas líneas a descubrir por ustedes mismos la verdad –si es que algo como eso existe- sobre EDITORES Y MONTADORES de este medio haciendo cualquiera de las fases de la postproducción de una película de ficción o documental venezolana de hombro a hombro a su lado, o quizás, simplemente a hablar con cualquier de ellos en cualquier estreno, foro, clase o pasillo donde estos se encuentren pululando.

Entonces serán ustedes los que me contarán su impresión.

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