Er Conde Jones. O El poder de las Bolas Criollas.

Por: Daniel Dannery.

Finalmente una película para el pueblo, para las masas, para aquellos que van en un vagón de metro a las 10:30 de la noche con una vianda vacía en las manos y cabeceando del cansancio, y que poco les importa quien fue “Reverón” y aún más, ver una banda de motorizados secuestrando un hospital, porque el motorizado secuestrador de hospitales es su vecino, o peor aún es él mismo, aunque en este caso la transmisión del mensaje sufre un efecto reflector del ego. Hace poco le escuché decir a alguien, que la violencia es una profesión, y como buena profesión amerita de un curriculum.

El producto viene de la mano de un hombre que conoce sus gustos, que los ha hecho reír a lo largo de más de 20 años, de un hombre que está adornando las mesas televisivas o los equipos reproductores, con sus carátulas de videos o Cd´s quemaos.

Benjamin Rausseo conoce su ganado, o al menos hace el intento de conocerlo y se esfuerza por darle en papilla lo que a su público le gusta.

Aquí ya no estamos hablando de cine propiamente dicho, o mejor dicho del cine que conocemos los que hemos estudiado sus funciones artísticas, autorales, formales y técnicas. Estamos hablando de un cine de categoría Z, un cine trash, cutre, televisivo y sin ningún valor artístico a priori. Más allá por supuesto del valor que un producto de entretenimiento puede tener implícito.

En este caso, el que sabe lo que va a ver no está buscando una clase magistral de guión, una concepción matemática y estudiada del cuadro cinematográfico, no le interesa que la fotografía esté iluminando bien a sus actores o que las actuaciones cumplan con los requisitos interpretativos que la pobreza tridimensional del personaje le permita en su registro performático, ni siquiera que los efectos especiales sean de vanguardia. 

El espectador busca reírse, pasarla bien y sobre todo identificarse con su venezolaneidad latente. 

Me excuso de ante mano al decir que me sentí un extranjero. Pues carecí de la necesidad patria y autóctona para comprender lo que nuestro “Chaplin” criollo intentaba emanar. Aun así, no por ello le quito el merito a quien desde lo que conoce y a dedicado su vida entera, ha intentado demostrar. 

“Er Conde Jones” se presenta como una parodia explicita de las aventuras del héroe americano creado por Spielberg. El subgénero en sí, es harto conocido en nuestro país, traído de la mano de los norteamericanos con productos como “Scary Movie” “¿Dónde está el piloto?” y para usted de contar, los mismos españoles tocaron el terreno con la fallida “Spanish Movie”.  

La falta de identidad nacional que éste gobierno ha tratado de llenar con su revolución haciéndonos comprender a grosso modo que nuestra cultura no deriva del conocimiento netamente occidental, en esta película presenta una paradoja interesante de analizar. 

El producto criollo se basa netamente en una creación ajena a nuestra cultura, y no en la originalidad de nuestro propio imaginario cinematográfico, cosa que al menos se puede rescatar de la anterior cinta española mencionada. Por lo tanto El Conde le apuesta a una creación derivada en la cuarta, en formato televisivo, sus “Conde Aventuras” trasmitidas a mediados de los noventa en el canal de la Colina, una reducida lista de personajes satirizados pasaron por las pantallas de nuestro televisor, desde James Bond (Personaje que amenaza con resultar la segunda parte de esta naciente franquicia) hasta Robocop, convirtiéndolas en otros productos y adueñándose de ello para hacerlo propio. Una interesante analogía con el manifiesto antropófago de Andrade se pone en tela cuando éste dice: “Sólo me interesa lo que no es mío.” De ésta manera la simbiosis creativa se hace presente al intertextualizar dos personajes en uno. Del verdadero Indiana Jones adopta la profesión y la necesidad de aventura, de resto sólo queda el nombre. 

Lamentablemente la falta de un guión con una fuerte estructura dramática le resta fuerzas a una historia contada a través del Sketch televisivo, lo que funciona correctamente en una película como “Kentucky Fried Movie” (película que desentraña el comportamiento Norteamericano) aquí se torna repetitivo y aburrido, las risas van cesando a medida que la historia se vuelve más absurda, y la aparición de personajes para efectos comerciales van convirtiendo a la película en un autoparodia previsible y carente de humor; sobretodo la participación desgastada y estúpida de Luis Chataing que descaradamente hace promoción de sus monólogos, uno piensa que al menos todo podría ser un poco más inteligente. 

Una Radio Rochela en época de crisis que ha olvidado como hacer reír al venezolano. La generación que creció desde el principio con este personaje quizás le encuentre sus puntos fuertes, pero tengo el presentimiento que su humor a caducado con el paso de los años, quizás sea una visión apresurada, pero que dos adolescentes se salieran en medio de la proyección me hace pensar en ello.

Las expectativas van cayendo a medida que el metraje avanza, y su irregular formato va dando manotazos de salvación, su titilante humor no cobra la fuerza necesaria para sacar del foso el resultado final, son pocos los momentos que funcionan realmente y que el espectador disfruta con beneplácito: El Gag de los cambures, la bicicleta, la bola 8 o las caraotas mortales, demuestran que Benjamín Rausseo mantiene una cierta originalidad, pero no es capaz de explotarla al máximo, quizás su mayor error sea cargar con todo el peso creativo en sus hombros (Pues dirige, escribe, protagoniza, produce y hasta compone parte de la música). Una apuesta que hace obviamente por razones económicas.

Por más que el señor Rausseo conozca su medio desde aquí lo alentamos a imprimirle más profesionalidad a sus próximos guiones para la franquicia. Valiéndose de los errores cometidos en este primer intento.

“Er Conde Jones” está cargada de efectos anticuados como acelerar el metraje para lograr una sensación de película muda, de zoom digitales que sólo logran pixelar la imagen, de escenarios desiguales que pretenden darle una sensación de grandeza, pero que poco importan realmente, pues da lo mismo el desierto del Sahara que Coro, a pesar de la necesidad de mostrar un paisaje de postal, que no aporta nada al contexto (La escena donde recorre Paris, muestra la Torre Effeil desde 5 ángulos distintos. ¿Para qué?) Se aprovecha del recurso de la ilustración para darle una sensación de folletín impreso, pero que se agota con facilidad. Rausseo tiene una necesidad de demostrar sus ¿habilidades? con otros idiomas, sus habilidades interpretativas y su don para el humor, pero su imagen no soporta todo el peso del filme, sobre todo cuando los que lo acompañan en su travesía son desiguales en su registro interpretativo, Juliet Lima lo intenta, pero muere en la orilla, como todos los demás. 

Por supuesto los atributos femeninos que rodean la película desde su inicio y que le dan una sensación de “Cheverísimo” a este filme, lo convierten ciertamente en un producto único en nuestro país. 

Hay que agradecer lo distinto. Aunque prácticamente no aporte mucho.

Algo si es cierto, la  impostura y su inteligente manejo de mercadeo es una cátedra para aquellos que siguen pensando en pajaritos preñados, obviamente no todos tienen en su película a este Midas, pero Benjamín ha demostrado que menos es más, para prueba un botón.

PS: 

Leopoldo López debería aprender un poco de esto; a propósito de su video de campaña, y sentarse con calma a escudriñar en la verdadera naturaleza del venezolano. No todos tienen Facebook mi querido político, y no todos esperan que éste país se convierta en una granja digital. Aquí se come cambur, caraotas y muchas ahorran para ponerse un par de plásticos en las tetas, por la razón que sea. 

Quizás éste señor no estaba del todo errado cuando postulo su partido PIEDRA en las elecciones pasadas, al menos está claro de qué le gusta al venezolano de a pie.