sábado, 1 de marzo de 2008

Cyrano se muere... sí, se muere

No, no se trata de un malcriado intento de estropear el final de la última película de Alberto Arvelo, es más bien un juego de palabras para describir lo que pasa en la misma. Más que referirme al destino del personaje que interpreta Edgar Ramírez, estoy hablando específicamente de la vida del largometraje en cuestión.

Cyrano Fernández es una adaptación 'libre' de la obra clásica de teatro del dramaturgo francés Edmond Rostand, que se inspira en una etapa de la vida de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, un poeta y librepensador, arrogante y fantasioso, contemporáneo de Boileau y de Molière, que en los múltiples trabajos de ficción ha sido retratado como un valiente espadachín que además tiene una facilidad para la composición de versos románticos.


Dentro de esas libertades que se tomó Arvelo está la de situar la acción del relato en un barrio caraqueño (el barrio de San Miguel para ser más específicos), lo que en todo caso es un gran aporte a las adaptaciones del trabajo de Rostand, que incluyen la versión cinematográfica protagonizada por Gerard Depardieu y la comedia hollywoodense que protagonizó Steve Martin bajo el insípido nombre de Roxanne.

Arvelo llevó a su Cyrano hasta el barrio y lo hizo un producto de ese entorno, de ahí que Cyrano Fernández esté desfigurado con una cicatriz que indica los vestigios de la violencia. En este caso el personaje no es un narizón como lo sugería la versión francesa, que probablemente perseguía conseguir un efecto mucho más burlesco más a tono con la sátira.

Al ver las primeras imágenes de Cyrano Fernández, al ver como el celuloide ha amplificado la realidad del barrio con sus colores y matices, con el sonido de la calle, se nos promete un banquete al que no asistimos nunca. Porque el barrio termina siendo sencillamente un accesorio de la historia de amor (¿o será de desamor?) entre Cyrano Fernández, Roxana (Jessica Grau) y Cristian (Pastor Oviedo).

El barrio, esa entidad viva, poderosa, es sencillamente un efecto especial en una historia romántica que no se sostiene por sí misma, que no tiene la credibilidad suficiente para que nos afecte o nos importe lo suficiente el destino de los personajes y las situaciones en las que se encuentran, aunque estas incluyan esa dicotomía tan esencial en el drama como la relación vida-muerte.

Parte de ese problema de inverosimilitud es que el conflicto que plantea colocar personajes que en teoría son tan reales (en cualquier barrio de Caracas, no digamos de Latinoamerica, sería posible encontrar a un Cyrano, a una Roxana o a un Cristian como nos lo plantea Arvelo) es que en manos de actores como Jessica Grau o Pastor Oviedo terminan por restarle la fuerza que gratuitamente da ubicar la historia en tan poderoso entorno como lo es el barrio.

Pastor Oviedo no ha podido deshacerse del acartonamiento televisivo y Jessica Grau aún no había desarrollado las dotes histriónicas que terminó mostrando en Por un polvo, por ejemplo. En consecuencia la actuación de un Edgar Ramírez, que ha trabajado en tan diversa cantidad de producciones y bajo tan diversas maneras de dirección que van desde un experimentado Tony Scott hasta el novel Eduardo Arias-Nath, termina por lucir exagerada o demasiado exigente.

Claro no todo es negativo en Cyrano Fernández, la película es un testimonio más de que en el país se hace cine con una calidad técnica impecable y de exportación, una fotografía en la que destacan los colores cálidos, una banda sonora con todos los sonidos claros y profundos. Una edición que ayuda a la narración a pesar de las deficiencias en las actuaciones.

Sin embargo sigue pasando lo mismo, no importa que tan elegante y elaborada sea la fachada de una casa, si su estructura interna no se sostiene sola, la casa se vendrá a abajo. Si Cyrano hubiese tenido un guión mejor estructurado la película hubiese sido mucho más que un simple y desganado esfuerzo por hacer algo distinto repitiendo lo de siempre. Y de Arvelo es casi que imperdonable, ya que el amigo había demostrado con sus otras películas que entendía realmente lo que necesita o no un guión para funcionar.

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