Por: Andrea López
De la mano del jurista Jaime Cárdenas y los documentalistas Everardo González , Lucía Gajá y Patricio Henríquez; llegamos a la médula de los cuestionamientos existenciales de los documentalistas: La justicia, ¿Debe el documental tener como prioridad atender nuestras desiguales realidades? ¿Hasta dónde debo acompañar a la persona que se ha convertido en mi personaje? ¿Qué obligaciones tengo para con él ó ella? ¿Es legítimo ó no poner dinero de por medio? Todos estas inquietudes son abordadas a continuación.
Jaime Cárdenas Foto tomada del diario La Jornada |
Inicia Jaime Cárdenas: “El orden legal de los países no coincide con el sentido de justicia. Esta última se define en algunos casos por amplios niveles de igualdad, en otros por la armonización entre igualdad y libertad. La justicia también se mide por los niveles de democracia. En México, por ejemplo, a nivel micro habría que evaluar la profesionalización de la policía, la autonomía de organismos públicos, el estado de las cárceles en cuanto a su capacidad de readaptación del ser humano; y a nivel macro, el nivel de injerencia de los poderosos: las corporaciones, la iglesia, el gobierno de los EEUU, en fin, grupos todos que obedecen al interés de mantener su status quo. Entonces si no hay derechos económicos y sociales para todos ¿puede hablarse de democracia, de justicia? En el caso de México, tenemos una democracia imperfecta pues además es representativa, electoral. No es deliberativa, ni participativa”.
Patricio Henríquez |
Patricio Henríquez establece una diferencia fundamental entre quienes trabajan con la justicia en el ámbito del sistema y quienes lo hacen desde el cine: “La democracia se define por la separación de poderes. Nosotros trabajamos con la emoción. El sistema judicial en cambio, debe erradicar la emoción para su correcto desenvolvimiento. Nosotros no somos jueces”.
Everardo González (El cielo abierto , 2011) interviene: “Un documentalista no está obligado a nada, lo que ocurre es que con todos los problemas que el Dr. Cárdenas menciona es imposible no sumergirse en el documental social y en la denuncia. Mientras el periodista está obligado a informar, el documentalista está obligado a emocionar. Además, es triste decirlo pero si la realidad fuera justa no tuviéramos qué hacer (…) A mí me atrapó la desvelada de hasta dónde podía entrar en la intimidad de otro. Para mí, los temas de inequidad y de injusticia son un escenario, es una utopía pensar que se va a estar mejor. Yo creo más bien en los personajes dentro de ese mundo, no en cambiar el mundo pos ese escenario no va a cambiar.
Los ladrones viejos |
Cuando hice Los ladrones viejos quería tener a un personaje del servicio secreto; para mí era importante como semillero de la corrupción que tenemos hoy. Le dejé una tarjeta en su oficina y cuando me llamó le dije que estaba haciendo un filme sobre el asalto a la casa del ex presidente Luis Echeverría . Le dije que era una película sobre robo y que quería su versión. Él me citó en el metro Chilpancingo, fui con miedo y con una credencial falsa de La Jornada. Estando allí me llama y me dice ¿Dónde estás? (…) Voy a su mesa, lo primero que me dijo fue: ¿Sabes por qué fumas? Porque me tienes miedo. A ver, ¿qué es lo que quieres hacer?, le platiqué. Me dijo: Nos vemos la semana siguiente. Y así me trajo un año contándome historias extraordinarias acerca de las veces que estuvo preso por tortura y secuestro. Eran historias que yo quería tener y la verdad, habría sido muy fácil meter una cámara oculta y no dar derecho a réplica. Pero él me dijo: Yo no quiero que haya gente que sepa que estoy vivo”. Y entonces yo no lo filmé. Más tarde, trabajando con El Carrizos (delincuente protagonista de Los ladrones viejos) él me preguntó: ¿Dónde está ese hijo de puta?.
Everardo González |
Nosotros hacemos películas, no tratados de justicia, yo no soy ni iba a ser un instrumento de venganza. Así que preferí construir el personaje en su ausencia. Es duro decirlo, pero nosotros somos los principales beneficiarios de las películas. El Carrizos está otra vez preso y yo estoy aquí con ustedes, libre ó en festivales. (…) A El Carrizos no lo quiero volver a ver en mi vida, después de que terminó amenazándome con secuestrar a mi familia pos no voy a estar invitándolo a mi casa”. Finalmente, Everardo concluye: “El documentalista es bastante injusto. Todo depende de tus valores éticos. Uno ve del otro lo que quiere ver. Yo hice de El Carrizo alguien sensible. Yo no estoy empujando una causa, quien lo hace no permite mucha reflexión, no te deja abiertas varias puertas sino que es muy categórico”.
Lucía Gajá |
Lucía Gajá, autora de Mi vida dentro , un documental que aborda el caso de una mujer presa injustamente en los Estados Unidos, afirma: “Desde niña fui sensible a la desigualdad y a la injusticia. El documental para mí es una herramienta que permite abordar la justicia ó la injusticia de muy diversas maneras. Cuando hice Batallas íntimas (acerca de la violencia conyugal), comprendí que la justicia no se restringe sólo al sistema judicial, sino también a cómo vivimos y nos desempeñamos cotidianamente. Hace seis años que no veo a Rosa Jiménez (personaje de Mi vida dentro) en la cárcel de Austin (…) Mi caso es distinto al de Everardo, porque para mí sí es muy pesado que la tragedia de alguien represente el éxito profesional de uno. Para mí sí era muy importante mantener una relación con esta persona. Uno se involucra, yo sí quiero ayudar a Rosa.
You don´t like the truth, 4 days inside Guantanamo |
Jaime vuelve sobre las implicaciones legales a las que se someten los documentalistas: La creación es libre. Los documentalistas pueden, a lo sumo, enfrentar un juicio por derechos civiles y, aunque ustedes lo nieguen, sí hay un compromiso en los documentales que hacen.
Lucía Gajá habla de que se plantea hacer una segunda parte de Mi vida dentro: “Me interesa mostrar cómo el personaje se sobrepone a su condena y cómo sale”. Alguien del público le advierte que tal vez no consiga ese final feliz, Gajá responde que de no conseguirlo no habrá película “por ahora”, pues esperará el tiempo que sea necesario, así la próxima audiencia tenga lugar dentro de veinte años.
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