domingo, 11 de noviembre de 2007
Cronenberg y el camino de Damasco. EASTERN PROMISES.
Atmósfera. Es la primera palabra que me viene a la cabeza después de salir de la sala de cine. Atmósfera. A mi esposa no le gustó tanto la película como yo hubiera querido que le gustase. Tiene sus motivos, y los defiende bien. Yo estoy de acuerdo con ella en ciertos puntos, en otros, mínimos y personales, no. Sin embargo, reconozco que desde antes de ir a ver Eastern Promises, quería que me gustase. Es lo que a veces llaman esperanza, a veces fascinación. Por eso le llevé la contraria en sus observaciones, reafirmando lo que me había gustado y dándole la vuelta a aquello que a ella no, un poco más por mí, que por el filme. Al margen de todo esto, tratando en lo posible de ser objetivos, ambos coincidimos en que Eastern Promises es principalmente atmósfera: fotografía, música y dirección de arte. Así que creo que por ahí van los tiros.
Hablar de Eastern Promises es, de alguna manera, hablar de History of Violence. Sin duda, ambas son diferentes piezas del mismo rompecabezas, pues la continuidad dramática y fílmica se nota a leguas. Cronenberg, ha conservado muchos elementos de la primera en la segunda, de allí que a pesar de que se trata de dos historias diferentes, pareciera que esta última es una especie de continuación, una historia hermana en la misma página de la crónica roja. El tratamiento de la violencia y del cuerpo que se ha violentado, la ambigüedad como característica de la identidad del personaje, la explotación de la fragilidad del organismo, se mantienen, casi idénticos en ambas, dejando a un lado temas que antes parecían ser fetiche para el director. Y es que al parecer Cronenberg ha decidido dar un giro a sus propuestas: la transformación corporal y psicológica, así como la descomposición física del individuo, han dejado de influir considerablemente sus películas, por lo menos estas dos últimas. Scanners, Videodrome, The Fly, eXistenZ, y quizás la mejor de todas, Spider, están bastante alejadas de Eastern Promises y History of Violence. Para decirlo sin rodeos: Eastern Promises es un resultado más cercano a History of Violence, que al resto de las nombradas, y ambas, juntas, parecen definir una nueva ruta en la carrera de Cronenberg.
La historia es simple y efectiva, y el guión, a pesar de ciertas debilidades en la psicología de algunos de los personajes y de cierta falta de consistencia casi al final, es bastante decente. Como seguro ya habrán leído, la cinta narra la historia de Anna (Naomi Watts), una enfermera que consigue un diario en ruso, escrito por Tatiana, una niña de catorce años que ha muerto durante el parto. Una tarjeta dentro del diario lleva a Anna al restaurante Trans-Siberian, el cual sirve como fachada a una familia de la mafia rusa londinense. Allí se relaciona con Semyon (Armin Mueller-Stahl), dueño del restaurante y uno de los jefes mafiosos, con Kirill (Vincent Cassel), hijo de Semyon, y con Nikolai Luzhin (Viggo Mortensen), quien no sólo sirve de chofer para la familia, sino como brazo ejecutor de los trabajos sucios.
Como dije, el ambiente y la dirección de la película son el gancho. La música es un personaje importante dentro del filme, y, la fotografía, siempre buscando la oscuridad, refugiándose en lo que no se ve, en lo denso, recrea la psicología de la historia a la perfección. Las actuaciones son relativamente buenas (pienso que las fallas en este sentido vienen de la manera en que se han estructurado los personajes y no de la habilidad de los actores), y para aquellos que nunca hemos escuchado hablar a un inmigrante ruso en un ghetto londinense, resultan bastantes creíbles, más aún si consideramos de dónde vienen los intérpretes: Viggo Mortensen, un danés-americano que vivió mucho tiempo en Argentina, Armin Mueller-Stahl, alemán, Vincent Cassel, francés, y Naomi Watts, australiana. A mi entender Mortensen se roba con descaro el show, quizás para algunos un punto en contra por su demasía; se nota que Mortensen quiere y sabe que se lo está robando. Particularmente esto no me disgustó, todo lo contrario me parece una fortaleza frente a la debilidad dramática de otros personajes e intuyo que se trata de una decisión voluntaria de Cronenberg al momento de dirigir. Pero esto es pura opinión visceral.
Confieso igualmente que en algunos momentos la película me hizo pensar en The Godfather. Puede que este equivocado, pero hay elementos, además del de la mafia y sus actividades, incluso imágenes, como la última del filme, que parecen coincidir. Trans-Siberian, el restaurante en Eastern Promises, sirve no sólo como fachada, sino como reducto cultural de una Europa del Este que se ha dejado atrás, lo cual parece correr paralelo al concepto matriarcal y católico de la famiglia y el plato de espaguetis della mamma en las historias de mafiosos italianos. Incluso en la cinta hay una escena donde se celebra el cumpleaños de una anciana rusa, la cual refleja ese paralelismo cultural que viven los inmigrantes dentro de otros países, del cual se hace hincapié en películas como The Godfather y Goodfellas, por nombrar dos de mis preferidas. De las escenas de violencia no hablemos, para no arruinar la sorpresa. Son excelentes y hay una en particular, desarrollada en el pico argumental de la película, que de seguro pasará a la historia.
La película vale la pena verla, más si nos gustó History of Violence. Pero hago la salvedad: Eastern Promises no está tan bien estructurada a nivel de drama y guión. Tiene fallas en la estructura psicológica de algunos personajes, lo cual incide directamente en la actuación. Y el guión a momentos raya temerariamente con el desastre. Sin embargo, siento especial favoritismo por esta frente History of Violence. Como dije ya tantas veces, es la atmósfera lo que me llena. Es la fotografía, la banda sonora, la dirección de arte, los créditos, y el arte de trabajar la violencia en un estado puro, lo que al final logra imponerse y sobrevivir a un peligroso aire de melodrama.
Para echarle un ojo al sitio oficial de la película presiona aquí.
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